04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

pesar; <strong>de</strong>jaba allí ciento nueve fusiles que habría distribuido <strong>de</strong> buena<br />

gana; a continuación pasó a repartir <strong>los</strong> cartuchos. Había, en el fondo <strong>de</strong> la<br />

cochera, dos gran<strong>de</strong>s toneles, llenos hasta el bor<strong>de</strong>, con que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

Plassans contra un ejército. Y como aquel rincón no estaba iluminado, y<br />

uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> señores traía la torcida, otro <strong>de</strong> <strong>los</strong> conjurados —era un gordo<br />

salchichero que tenía puños <strong>de</strong> gigante— se enfadó, diciendo que no era<br />

nada pru<strong>de</strong>nte acercar así la luz. Lo aprobaron con fuerza. Los cartuchos<br />

fueron distribuidos en plena oscuridad. Se llenaron <strong>los</strong> bolsil<strong>los</strong> hasta<br />

rebosar. Después, una vez dispuestos, cuando hubieron cargado sus<br />

armas con precauciones infinitas, se quedaron allí un instante, mirándose<br />

con aire torvo, intercambiando miradas en las que una cobar<strong>de</strong> crueldad<br />

brillaba entre la tontería.<br />

Por las calles, avanzaron a lo largo <strong>de</strong> las casas, mudos, en una sola fila,<br />

como salvajes que parten a la guerra. <strong>Rougon</strong> había consi<strong>de</strong>rado un honor<br />

marchar al frente; había llegado la hora en que <strong>de</strong>bía dar el pecho si<br />

quería el éxito <strong>de</strong> sus planes; tenía gotas <strong>de</strong> sudor en la frente, a pesar <strong>de</strong>l<br />

frío, pero conservaba un aire muy marcial. Detrás <strong>de</strong> él venían<br />

inmediatamente Roudier y Granoux. En dos ocasiones la columna se<br />

<strong>de</strong>tuvo en seco; había creído oír lejanos ruidos <strong>de</strong> batalla; no eran sino las<br />

pequeñas bacías <strong>de</strong> cobre, colgadas <strong>de</strong> ca<strong>de</strong>nillas, que sirven <strong>de</strong> muestra<br />

a <strong>los</strong> barberos <strong>de</strong>l sur, y que agitaban las ráfagas <strong>de</strong> viento. Después <strong>de</strong><br />

cada alto, <strong>los</strong> salvadores <strong>de</strong> Plassans reanudaban su marcha pru<strong>de</strong>nte en<br />

la oscuridad, con su aspecto <strong>de</strong> héroes amedrentados. Llegaron así a la<br />

plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento. Allá, se agruparon en torno a <strong>Rougon</strong>,<br />

<strong>de</strong>liberando una vez más. Frente a el<strong>los</strong>, en la fachada negra <strong>de</strong> la<br />

alcaldía, sólo una ventana estaba iluminada. Eran cerca <strong>de</strong> las siete, ya<br />

iba a nacer el día.<br />

Tras diez minutos largos <strong>de</strong> discusión, se <strong>de</strong>cidió que avanzarían hasta la<br />

puerta, para ver qué significaban esa sombra y ese silencio inquietantes.<br />

<strong>La</strong> puerta estaba entornada. Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> conjurados pasó la cabeza y la<br />

retiró vivamente, diciendo que había en el portal un hombre sentado contra<br />

la pared, con un fusil entre las piernas, y que dormía. <strong>Rougon</strong>, viendo que<br />

podía empezar con una hazaña, entró el primero, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l hombre y<br />

lo sujetó, mientras Roudier lo amordazaba. Este primer éxito, obtenido en<br />

silencio, animó singularmente a la pequeña tropa, que había soñado con<br />

un tiroteo muy mortífero. Y <strong>Rougon</strong> hacía señas imperiosas para que la<br />

alegría <strong>de</strong> sus soldados no estallara <strong>de</strong>masiado ruidosamente.<br />

211

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!