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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
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insurgentes le habían prometido regresar antes, y que tardaban mucho en<br />

liberarlo. <strong>Rougon</strong>, tras haber mandado que le sirvieran <strong>de</strong> comer, bajó,<br />

irritado por la insistencia <strong>de</strong> Macquart en hablar <strong>de</strong>l regreso <strong>de</strong> la banda<br />

insurrecta. En la calle, sintió cierta <strong>de</strong>sazón. <strong>La</strong> ciudad le pareció<br />

cambiada. Adoptaba un aspecto singular; unas sombras se <strong>de</strong>slizaban<br />

rápidamente a lo largo <strong>de</strong> las aceras, se hacían el vacío y el silencio, y,<br />

sobre las casas lúgubres, parecía caer, con el crepúsculo, un miedo gris,<br />

lento y tenaz como una lluvia fina. <strong>La</strong> parlanchina confianza <strong>de</strong>l día<br />

<strong>de</strong>sembocaba fatalmente en este pánico sin causa, en este pavor <strong>de</strong> la<br />

noche naciente; <strong>los</strong> habitantes estaban cansados, saciados con su triunfo,<br />

hasta el punto <strong>de</strong> que sólo les quedaban fuerzas para soñar con terribles<br />

represalias por parte <strong>de</strong> <strong>los</strong> insurrectos. <strong>Rougon</strong> tembló entre esa corriente<br />

<strong>de</strong> pavor. Apretó el paso, con un nudo en la garganta. Al pasar ante un<br />

café <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> <strong>los</strong> Recoletos, que acababa <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r sus lámparas,<br />

y don<strong>de</strong> se reunían <strong>los</strong> pequeños burgueses <strong>de</strong> la ciudad nueva, oyó un<br />

fragmento <strong>de</strong> conversación muy alarmante.<br />

—¿Qué, señor Picot, sabe usted la noticia? —<strong>de</strong>cía un vozarrón—. No ha<br />

llegado el regimiento que se esperaba.<br />

—Pero nadie esperaba un regimiento, señor Touche —respondía una voz<br />

agria.<br />

—Usted perdone, ¿no ha leído la proclama, entonces?<br />

—Es cierto, <strong>los</strong> carteles prometen que se mantendrá el or<strong>de</strong>n por la fuerza,<br />

si es necesario.<br />

—Ya ve usted, la fuerza: la fuerza armada, eso está claro.<br />

—¿Y qué se dice?<br />

—Pues, ya compren<strong>de</strong>rá, la gente tiene miedo, dicen que ese retraso <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> soldados no es natural, y que <strong>los</strong> insurgentes muy bien podrían<br />

haber<strong>los</strong> matado.<br />

Hubo un grito <strong>de</strong> horror en el café. A <strong>Rougon</strong> le dieron ganas <strong>de</strong> entrar<br />

para <strong>de</strong>cirles a aquel<strong>los</strong> burgueses que la proclama nunca había<br />

anunciado la llegada <strong>de</strong> un regimiento, que no había que forzar <strong>los</strong> textos<br />

hasta ese punto ni propalar tales habladurías. Pero él mismo, con la<br />

turbación que se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> él, no estaba muy seguro <strong>de</strong> no haber<br />

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