04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

jovencita, no le <strong>de</strong>jaba una perra chica y le pedía cuentas <strong>de</strong>l empleo<br />

exacto <strong>de</strong> su tiempo. Si el infeliz, arrastrado por unos camaradas, perdía<br />

un día en una excursión al campo, a orillas <strong>de</strong>l Viorne o en las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong><br />

Les Garrigues, su padre se enfurecía, le levantaba la mano, le guardaba<br />

mucho tiempo rencor por <strong>los</strong> cuatro francos que echaba en falta al final <strong>de</strong><br />

la quincena. Mantenía así a su hijo en un estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia<br />

interesada, llegando a veces hasta consi<strong>de</strong>rar como suyas las amigas a<br />

quien el joven carpintero cortejaba. Iban, a casa <strong>de</strong> <strong>los</strong> Macquart, varias<br />

compañeras <strong>de</strong> Gervaise, obreras <strong>de</strong> dieciséis a dieciocho años, chicas<br />

atrevidas y risueñas cuya pubertad <strong>de</strong>spertaba con ardores provocativos, y<br />

que, ciertas tar<strong>de</strong>s, llenaban la habitación <strong>de</strong> juventud y alegría. El pobre<br />

Jean, privado <strong>de</strong> todo placer, retenido en casa por la falta <strong>de</strong> dinero,<br />

miraba a aquellas chicas con ojos brillantes <strong>de</strong> codicia; pero la vida <strong>de</strong> niño<br />

que le hacían llevar le infundía una invencible timi<strong>de</strong>z; jugaba con las<br />

amigas <strong>de</strong> su hermana, osando apenas rozarlas con la yema <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos.<br />

Macquart se encogía <strong>de</strong> hombros, con lástima:<br />

—¡Qué inocente! —murmuraba con aire <strong>de</strong> irónica superioridad.<br />

Y era él quien besaba a las jovencitas en el cuello, cuando su mujer le<br />

daba la espalda. Llevó incluso las cosas más lejos con una pequeña<br />

planchadora a quien Jean perseguía más intensamente que a las otras. Se<br />

la robó una tar<strong>de</strong>, casi <strong>de</strong> entre <strong>los</strong> brazos. El viejo tunante presumía <strong>de</strong><br />

galán.<br />

Hay hombres que viven <strong>de</strong> una querida. Antoine Macquart vivía así <strong>de</strong> su<br />

mujer y sus hijos, con idéntica ignominia e impudicia. Sin la menor<br />

vergüenza saqueaba la casa y se iba a juerguear fuera, cuando la casa<br />

estaba vacía. Y encima adoptaba una actitud <strong>de</strong> hombre superior; sólo<br />

regresaba <strong>de</strong>l café para criticar amargamente la miseria que lo esperaba<br />

en la vivienda; opinaba que la cena era <strong>de</strong>testable; <strong>de</strong>claraba que<br />

Gervaise era una tonta y que Jean nunca sería un hombre. Sumido en sus<br />

disfrutes egoístas, se frotaba las manos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comerse el mejor<br />

bocado; <strong>de</strong>spués fumaba su pipa a cortas bocanadas, mientras <strong>los</strong> dos<br />

pobres niños, rotos <strong>de</strong> fatiga, se dormían en la mesa. Sus días pasaban,<br />

vacíos y felices. Le parecía muy natural que lo mantuvieran, como a una<br />

furcia, arrellanando su pereza en las banquetas <strong>de</strong> un cafetín, o<br />

paseándola, en las horas <strong>de</strong> fresco, por el paseo o por la Explanada.<br />

Acabó por contar sus incursiones amorosas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> su hijo, que lo<br />

escuchaba con ojos ardientes <strong>de</strong> famélico. Los hijos no protestaban,<br />

120

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!