04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

eterna vergüenza.<br />

El carretero Vian, un hombre bondadoso y digno, acabó por imponerles<br />

silencio.<br />

—¡Eh! ¡Callaos, malas lenguas! —dijo soltando un varal <strong>de</strong> carreta que<br />

examinaba—. ¿No os da vergüenza ensañaros con una niña? Yo he visto<br />

a esa cría. Tiene una pinta muy honrada. Y a<strong>de</strong>más me han dicho que no<br />

le hace ascos al trabajo y que realiza ya las tareas <strong>de</strong> una mujer <strong>de</strong> treinta<br />

años. Hay aquí holgazanes que no valen lo que ella. Le <strong>de</strong>seo para más<br />

a<strong>de</strong>lante un buen marido que haga callar las habladurías.<br />

Silvère, a quien las bromas y <strong>los</strong> groseros insultos <strong>de</strong> <strong>los</strong> obreros habían<br />

helado, sintió que las lágrimas le subían a <strong>los</strong> ojos ante la última frase <strong>de</strong><br />

Vian. Por lo <strong>de</strong>más, no abrió <strong>los</strong> labios. Cogió su martillo, que había <strong>de</strong>jado<br />

a un lado, y se puso a golpear con todas sus fuerzas el cubo <strong>de</strong> una rueda<br />

que estaba herrando.<br />

Por la tar<strong>de</strong>, en cuanto regresó <strong>de</strong>l taller, corrió a trepar a la tapia.<br />

Encontró a Miette con su faena <strong>de</strong> la víspera. <strong>La</strong> llamó. Ella acudió hacia<br />

él, con su sonrisa cohibida, su adorable salvajismo <strong>de</strong> niña crecida entre<br />

lágrimas.<br />

—¿Eres la Chantegreil, verdad? —le preguntó bruscamente. Ella<br />

retrocedió, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> sonreír, y sus ojos se pusieron <strong>de</strong> un negro duro,<br />

brillante <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfianza. ¡Aquel chico iba, pues, a insultarla como <strong>los</strong><br />

otros! Le dio la espalda sin respon<strong>de</strong>r, cuando Silvère, consternado por el<br />

súbito cambio <strong>de</strong> su rostro, se apresuró a añadir—: Quédate, por favor…<br />

No quiero causarte pena… ¡Tengo tantas cosas que <strong>de</strong>cirte!<br />

Ella regresó, <strong>de</strong>sconfiada aún. Silvère, cuyo corazón rebosaba y que se<br />

había prometido vaciarlo largamente, se quedó mudo, sin saber por dón<strong>de</strong><br />

empezar, temeroso <strong>de</strong> cometer alguna nueva torpeza. Todo su corazón<br />

entró por fin en una frase:<br />

—¿Quieres que sea tu amigo? —dijo con voz emocionada. Y cuando<br />

Miette, muy sorprendida, alzó hacia él sus ojos, que habían vuelto a estar<br />

húmedos y sonrientes, continuó con viveza—: Sé que te hacen daño. Esto<br />

tiene que terminar. Yo te <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>ré ahora. ¿Quieres?<br />

<strong>La</strong> niña resplan<strong>de</strong>cía. Aquella amistad que se le ofrecía la sacaba <strong>de</strong> todos<br />

168

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!