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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
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al digno hombre le entró un gran ardor guerrero, cuando Pierre lo enteró<br />

<strong>de</strong> que venía a buscarlo para salvar Plassans. Los tres salvadores<br />

<strong>de</strong>liberaron. Resolvieron ir a <strong>de</strong>spertar a cada uno <strong>de</strong> sus amigos y citar<strong>los</strong><br />

ante el cobertizo, el arsenal secreto <strong>de</strong> la reacción. <strong>Rougon</strong> seguía<br />

pensando en <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s gestos <strong>de</strong> Félicité, olfateando un peligro en<br />

alguna parte. Granoux, seguramente el más bruto <strong>de</strong> <strong>los</strong> tres, fue el<br />

primero en opinar que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> haber quedado republicanos en la<br />

ciudad. Fue un rayo <strong>de</strong> luz, y <strong>Rougon</strong>, con un presentimiento que no lo<br />

engañó, se dijo para sí: «Macquart anda en el asunto».<br />

Al cabo <strong>de</strong> una hora, se encontraron en el cobertizo, situado al fondo <strong>de</strong> un<br />

barrio perdido. Habían ido allí discretamente, <strong>de</strong> puerta en puerta,<br />

ahogando el ruido <strong>de</strong> las campanillas y <strong>de</strong> las aldabas, reclutando el mayor<br />

número <strong>de</strong> hombres posible. Pero sólo habían podido reunir unos<br />

cuarenta, que llegaron en fila, escurriéndose en las sombras, sin corbata,<br />

con caras muy pálidas y aún muy dormidas <strong>de</strong> burgueses espantados. El<br />

cobertizo, alquilado a un tonelero, se hallaba atestado <strong>de</strong> viejos flejes, <strong>de</strong><br />

barriles <strong>de</strong>sfondados, que se amontonaban en <strong>los</strong> rincones. En el medio,<br />

<strong>los</strong> fusiles estaban tendidos en tres cajas largas. Una torcida <strong>de</strong> cera,<br />

colocada en un trozo <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, iluminaba esta extraña escena con un<br />

resplandor <strong>de</strong> mariposa oscilante. Cuando <strong>Rougon</strong> hubo retirado las tapas<br />

<strong>de</strong> las tres cajas, se produjo un espectáculo siniestramente grotesco. Por<br />

encima <strong>de</strong> <strong>los</strong> fusiles, cuyos cañones brillaban, azulados y como<br />

fosforescentes, se estiraban cuel<strong>los</strong>, se inclinaban cabezas con una<br />

especie <strong>de</strong> horror secreto, mientras, en las pare<strong>de</strong>s, la claridad amarilla <strong>de</strong><br />

la torcida dibujaba la sombra <strong>de</strong> narices enormes y <strong>de</strong> tales <strong>de</strong> pelo tiesos.<br />

Mientras tanto la banda reaccionaria se contó y, ante lo reducido <strong>de</strong> su<br />

número, tuvo una vacilación. No eran sino treinta y nueve, con toda<br />

seguridad <strong>los</strong> iban a asesinar; un padre <strong>de</strong> familia habló <strong>de</strong> sus hijos;<br />

otros, sin alegar pretextos, se dirigieron hacia la puerta. Pero llegaban dos<br />

nuevos conjurados; éstos vivían en la plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento, sabían que<br />

quedaban, en la alcaldía, una veintena <strong>de</strong> republicanos a lo sumo.<br />

Deliberaron <strong>de</strong> nuevo. Cuarenta y uno contra veinte pareció una cifra<br />

posible. <strong>La</strong> distribución <strong>de</strong> las armas se llevó a cabo entre pequeños<br />

escalofríos. Era <strong>Rougon</strong> quien las sacaba <strong>de</strong> las cajas, y cada cual, al<br />

recibir su fusil, cuyo cañón, en la noche <strong>de</strong> diciembre, estaba helado,<br />

sentía que un gran frío penetraba en él y le congelaba hasta las entrañas.<br />

<strong>La</strong>s sombras, en las pare<strong>de</strong>s, adoptaron actitu<strong>de</strong>s extravagantes <strong>de</strong><br />

reclutas cohibidos, apartando sus diez <strong>de</strong>dos. Pierre cerró las cajas con<br />

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