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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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—¡Ay!, no te <strong>de</strong>volverá nada <strong>de</strong> nada —dijo su mujer encogiéndose <strong>de</strong><br />

hombros—. Sufriremos la suerte <strong>de</strong> la guerra. Cuando hayamos pagado<br />

todo, no nos quedará ni para comprar pan. ¡Ah! ¡Qué linda campaña!…<br />

Hale, podremos ir a vivir a algún cuchitril <strong>de</strong>l barrio viejo.<br />

Esta última frase sonó lúgubremente. Era el réquiem <strong>de</strong> su existencia.<br />

Pierre vio el cuchitril <strong>de</strong>l barrio viejo, cuyo espectáculo evocaba su mujer.<br />

Allí era a don<strong>de</strong> iría a morir, sobre un camastro, tras haber tendido toda su<br />

vida hacia placeres abundantes y fáciles. En vano había robado a su<br />

madre, metido sus manos en las más sucias intrigas, mentido durante<br />

años. El Imperio no pagaría sus <strong>de</strong>udas, ese Imperio que era el único en<br />

po<strong>de</strong>rlo salvar <strong>de</strong> la ruina. Saltó <strong>de</strong> la cama, en camisón, gritando:<br />

—No, cogeré un fusil, prefiero que <strong>los</strong> insurgentes me maten.<br />

—Eso —respondió Félicité con gran tranquilidad— podrás hacerlo mañana<br />

o pasado mañana, pues <strong>los</strong> republicanos no están lejos. Es un método<br />

como otro cualquiera <strong>de</strong> acabar.<br />

Pierre se quedó helado. Le pareció que, <strong>de</strong> golpe, le <strong>de</strong>rramaban un gran<br />

cubo <strong>de</strong> agua fría sobre <strong>los</strong> hombros. Se acostó lentamente, y cuando<br />

estuvo entre la tibieza <strong>de</strong> las sábanas, se echó a llorar. Aquel gordo<br />

prorrumpía con facilidad en lágrimas, lágrimas lentas, inagotables, que<br />

corrían <strong>de</strong> sus ojos sin esfuerzo. Se operaba en él una reacción fatal. Toda<br />

su cólera lo lanzaba a abandonos, a lamentos <strong>de</strong> niño. Félicité, que<br />

esperaba esta crisis, tuvo un relámpago <strong>de</strong> alegría, al verlo tan blando, tan<br />

vacío, tan apabullado ante ella. Mantuvo su actitud muda, su humildad<br />

<strong>de</strong>solada. Al cabo <strong>de</strong> un largo silencio, esa resignación, el espectáculo <strong>de</strong><br />

esa mujer sumida en un abatimiento silencioso, exasperó las lágrimas <strong>de</strong><br />

Pierre.<br />

—Pero, !habla <strong>de</strong> una vez! —imploró—, busquemos juntos. ¿No hay<br />

realmente ninguna tabla <strong>de</strong> salvación?<br />

—Ninguna, lo sabes muy bien —respondió ella—; tú mismo exponías la<br />

situación hace un momento; no po<strong>de</strong>mos esperar ayuda <strong>de</strong> nadie;<br />

nuestros propios hijos nos han traicionado.<br />

—Huyamos, entonces… ¿Quieres que <strong>de</strong>jemos Plassans esta noche,<br />

ahora mismo?<br />

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