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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
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preocupado por el partido que sus intereses le aconsejaban tomar. De <strong>los</strong><br />

tres hijos, sólo él había asistido a la escuela con cierta asiduidad. Un<br />

campesino que empieza a sentir la necesidad <strong>de</strong> instruirse suele<br />

convertirse en un feroz calculador. Fue en la escuela don<strong>de</strong> sus<br />

compañeros, por sus abucheos y la forma insultante en que trataban a su<br />

hermano, le inspiraron las primeras sospechas. Más a<strong>de</strong>lante, se explicó<br />

muchas miradas, muchas palabras. Por fin vio con claridad en la casa<br />

saqueada. A partir <strong>de</strong> entonces, Antoine y Ursule fueron para él parásitos<br />

<strong>de</strong>scarados, bocas que <strong>de</strong>voraban su hacienda. En cuanto a su madre, la<br />

miró con <strong>los</strong> mismos ojos que el arrabal, como una mujer a la que había<br />

que encerrar, que acabaría por comerse su dinero, si él no ponía remedio.<br />

Lo que terminó <strong>de</strong> consternarlo fueron <strong>los</strong> robos <strong>de</strong>l hortelano. El niño<br />

alborotador se transformó, <strong>de</strong> la noche a la mañana, en un muchacho<br />

ahorrativo y egoísta, madurado apresuradamente en el sentido <strong>de</strong> sus<br />

instintos por la extraña vida <strong>de</strong> <strong>de</strong>rroche que no podía ahora ver a su<br />

alre<strong>de</strong>dor sin que se le partiera el corazón. Eran suyas aquellas verduras<br />

<strong>de</strong> cuya venta el hortelano sacaba <strong>los</strong> mayores beneficios; era suyo aquel<br />

vino bebido, aquel pan comido por <strong>los</strong> bastardos <strong>de</strong> su madre. Toda la<br />

casa, toda la <strong>fortuna</strong> era suya. En su lógica <strong>de</strong> campesino, sólo él, hijo<br />

legítimo, <strong>de</strong>bía heredar. Y como la hacienda periclitaba, como todo el<br />

mundo mordía ávidamente su <strong>fortuna</strong> futura, buscó la manera <strong>de</strong> poner a<br />

esa gente en la puerta, madre, hermano, hermana, criados, y <strong>de</strong> heredar<br />

<strong>de</strong> inmediato.<br />

<strong>La</strong> lucha fue cruel. El joven comprendió que <strong>de</strong>bía ante todo atacar a su<br />

madre. Ejecutó paso a paso, con tenaz paciencia, un plan cuyos <strong>de</strong>talles<br />

había madurado hacía tiempo. Su táctica fue presentarse ante Adélaï<strong>de</strong><br />

como un reproche vivo; no es que se enfureciese ni le dirigiera amargas<br />

palabras sobre su mala conducta; pero había encontrado cierta manera <strong>de</strong><br />

mirarla, sin <strong>de</strong>cir una palabra, que la aterrorizaba. Cuando ella reaparecía,<br />

tras una corta estancia en la vivienda <strong>de</strong> Macquart, sólo alzaba <strong>los</strong> ojos<br />

hacia su hijo estremeciéndose; sentía sus miradas, frías y agudas como<br />

hojas <strong>de</strong> acero, que la apuñalaban, largamente, sin piedad. <strong>La</strong> actitud<br />

severa y silenciosa <strong>de</strong> Pierre, <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> un hombre a quien tan pronto<br />

había olvidado, perturbaba extrañamente su pobre cerebro enfermo. Se<br />

<strong>de</strong>cía que <strong>Rougon</strong> resucitaba para castigarla por sus <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes. Ahora,<br />

todas las semanas le daba uno <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> ataques nerviosos que la<br />

<strong>de</strong>strozaban; la <strong>de</strong>jaban que se <strong>de</strong>batiese; cuando volvía en sí,<br />

acomodaba sus ropas y se arrastraba, más débil. A menudo sollozaba <strong>de</strong><br />

noche, apretándose la cabeza entre las manos, aceptando las heridas <strong>de</strong><br />

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