La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
- TAGS
- literatura-francesa
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
la <strong>de</strong>legación enviada la víspera a la alcaldía, iba <strong>de</strong> grupo en grupo,<br />
recordando el «¡Yo estoy preparado!» <strong>de</strong>l hombre enérgico a quien se<br />
<strong>de</strong>bía la salvación <strong>de</strong> la ciudad. Fue un servilismo general. Quienes más<br />
cruelmente habían ridiculizado a <strong>los</strong> cuarenta y uno, sobre todo quienes<br />
habían motejado a <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong> <strong>de</strong> intrigantes y cobar<strong>de</strong>s que disparaban al<br />
aire, fueron <strong>los</strong> primeros en hablar <strong>de</strong> conce<strong>de</strong>r una corona <strong>de</strong> laurel al<br />
«gran ciudadano <strong>de</strong>l cual Plassans se enorgullecería eternamente». Pues<br />
<strong>los</strong> charcos <strong>de</strong> sangre se secaban sobre el empedrado; <strong>los</strong> muertos <strong>de</strong>cían<br />
con sus heridas a cuánta audacia el partido <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, <strong>de</strong>l pillaje, <strong>de</strong>l<br />
asesinato, había llegado, y qué mano <strong>de</strong> hierro se había necesitado para<br />
sofocar la insurrección. Y Granoux, entre el gentío, recibía felicitaciones y<br />
apretones <strong>de</strong> manos. Se conocía la historia <strong>de</strong>l martillo. Sólo que, por una<br />
mentira inocente, <strong>de</strong> la cual pronto ya no tuvo conciencia, pretendió que,<br />
habiendo visto a <strong>los</strong> insurgentes el primero, se había puesto a golpear la<br />
campana, para dar la alarma; sin él, la guardia nacional habría sufrido una<br />
carnicería. Eso duplicó su importancia. Su hazaña fue <strong>de</strong>clarada<br />
prodigiosa. No se le llamó más que: «Señor Isidore Granoux, ya sabe, ¡ése<br />
que tocó a rebato con su martillo!». Aunque la frase fuera un poco larga,<br />
Granoux la habría adoptado <strong>de</strong> buena gana como título nobiliario; y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
entonces no se pudo pronunciar ante él la palabra «martillo» sin que<br />
creyera en una <strong>de</strong>licada lisonja.<br />
Cuando retiraban <strong>los</strong> cadáveres, Aristi<strong>de</strong> llegó a olfatear<strong>los</strong>. Los miró en<br />
todos <strong>los</strong> sentidos, husmeando el aire, interrogando <strong>los</strong> rostros. Tenía un<br />
semblante seco, <strong>los</strong> ojos claros. Con una mano, la víspera envuelta, libre<br />
en ese instante, levantó la blusa <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> muertos, para ver mejor su<br />
herida. Este examen pareció convencerlo, sacarlo <strong>de</strong> una duda. Apretó <strong>los</strong><br />
labios, se quedó un momento sin <strong>de</strong>cir palabra, y luego se retiró para<br />
apresurar la distribución <strong>de</strong> El In<strong>de</strong>pendiente en el cual había escrito un<br />
largo artículo. A lo largo <strong>de</strong> las casas, se acordaba <strong>de</strong> esta frase <strong>de</strong> su<br />
madre: «¡Mañana verás!». Había visto, y la cosa era muy fuerte; hasta lo<br />
espantaba un poco.<br />
Entre tanto, <strong>Rougon</strong> empezaba a estar molesto con su victoria. Solo en el<br />
<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor Garçonnet, escuchando <strong>los</strong> ruidos sordos <strong>de</strong> la<br />
multitud, experimentaba una extraña sensación que le impedía mostrarse<br />
en el balcón. Aquella sangre, sobre la cual había caminado, le adormecía<br />
las piernas. Se preguntaba qué iba a hacer hasta la noche. Su pobre<br />
cabeza vacía, <strong>de</strong>sequilibrada por la crisis <strong>de</strong> la noche, buscaba<br />
<strong>de</strong>sesperada una ocupación, una or<strong>de</strong>n que dar, una medida que tomar,<br />
275