La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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secreto <strong>de</strong> su correspon<strong>de</strong>ncia.<br />
Pero Félicité fingió no haber oído. El grito <strong>de</strong> su marido la había<br />
impresionado hondamente. En efecto, ¿por qué Eugène no escribía a su<br />
padre? Tras haberlo tenido tan fielmente al tanto <strong>de</strong> <strong>los</strong> éxitos <strong>de</strong> la causa<br />
bonapartista, habría tenido que precipitarse a anunciarle el triunfo o la<br />
<strong>de</strong>rrota <strong>de</strong>l príncipe Luis. <strong>La</strong> simple pru<strong>de</strong>ncia le aconsejaba la<br />
comunicación <strong>de</strong> esta noticia. Si se callaba, era que la República victoriosa<br />
lo había enviado a reunirse con el pretendiente en <strong>los</strong> calabozos <strong>de</strong><br />
Vincennes. Félicité se sintió helada; el silencio <strong>de</strong> su hijo mataba sus<br />
últimas esperanzas. En ese momento trajeron <strong>La</strong> Gaceta, todavía fresca.<br />
—¿Cómo? —dijo Pierre sorprendidísimo—. ¿Vuillet ha publicado su<br />
periódico? —Desgarró la faja, leyó el artículo <strong>de</strong> cabecera y lo terminó,<br />
pálido como un papel, doblándose sobre su silla—. Ten, lee —prosiguió,<br />
tendiéndole el diario a Felicité.<br />
Era un soberbio artículo, <strong>de</strong> inaudita violencia contra <strong>los</strong> insurgentes.<br />
Jamás tanta hiel, tantas mentiras, tanta basura <strong>de</strong>vota habían fluido <strong>de</strong><br />
una pluma. Vuillet empezaba haciendo el relato <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong> la banda<br />
en Plassans. Una pura obra maestra. Se veían allí «esos bandidos, esas<br />
caras patibularias, esa hez <strong>de</strong> <strong>los</strong> presidios» invadiendo la ciudad,<br />
«borrachos <strong>de</strong> aguardiente, <strong>de</strong> lujuria y <strong>de</strong> pillaje»; <strong>de</strong>spués <strong>los</strong> mostraba<br />
«<strong>de</strong>splegando su cinismo por las calles, espantando a la población con<br />
gritos salvajes, no buscando sino la violación y el asesinato». Más<br />
a<strong>de</strong>lante, la escena <strong>de</strong>l ayuntamiento y la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s se<br />
convertían en todo un atroz drama: «Entonces, asieron por el cuello a <strong>los</strong><br />
hombres más respetables; y, como Jesús, el alcal<strong>de</strong>, el bravo comandante<br />
<strong>de</strong> la guardia nacional, el jefe <strong>de</strong> correos, ese funcionario tan benévolo,<br />
fueron coronados <strong>de</strong> espinas por esos miserables, y recibieron sus<br />
escupitajos en el rostro». El párrafo consagrado a Miette y a su pelliza roja<br />
llegaba al lirismo. Vuillet había visto diez, veinte muchachas sangrientas.<br />
«¿Y quién no ha advertido, en medio <strong>de</strong> esos monstruos, a mujerzuelas<br />
infames vestidas <strong>de</strong> rojo, y que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> haberse revolcado en la sangre<br />
<strong>de</strong> <strong>los</strong> mártires que esos bribones han asesinado a lo largo <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
caminos? Blandían ban<strong>de</strong>ras, se abandonaban, en plena calle, a las<br />
caricias innobles <strong>de</strong> la horda entera». Y añadía con énfasis bíblico: «<strong>La</strong><br />
República siempre marcha entre prostitución y matanzas». Y eso era sólo<br />
la primera parte <strong>de</strong>l artículo; terminado el relato, en una perorata virulenta,<br />
el librero preguntaba si la región sufriría durante mucho tiempo «la<br />
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