04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

árboles, esas luchas, todos esos juegos violentos, <strong>los</strong> que <strong>los</strong> protegieron<br />

tan largo tiempo y les impidieron manchar su ternura. Había también en el<br />

amor <strong>de</strong> Silvère, amén <strong>de</strong> su admiración por la fanfarronería <strong>de</strong> su<br />

enamorada, la dulzura <strong>de</strong> su corazón tierno con <strong>los</strong> <strong>de</strong>sdichados. Él, que<br />

no podía ver a un ser abandonado, a un pobre hombre, a un niño<br />

caminando <strong>de</strong>scalzo entre el polvo <strong>de</strong> <strong>los</strong> caminos, sin sentir un nudo <strong>de</strong><br />

piedad en la garganta, amaba a Miette porque nadie la amaba, porque<br />

llevaba una ruda existencia <strong>de</strong> paria. Cuando la veía reír, se emocionaba<br />

profundamente con esta alegría que él le daba. A<strong>de</strong>más, como la niña era<br />

tan salvaje como él, se entendían en su odio a las comadres <strong>de</strong>l arrabal. El<br />

sueño que él acariciaba, cuando, durante el día, cercaba en casa <strong>de</strong> su<br />

patrón las ruedas <strong>de</strong> las carretas, a gran<strong>de</strong>s martillazos, estaba lleno <strong>de</strong><br />

generosa locura. Pensaba en Miette como un re<strong>de</strong>ntor. Todas sus lecturas<br />

se le subían a la cabeza; quería casarse un día con su amiga para<br />

dignificarla a <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong>l mundo; se confiaba una santa misión, el rescate,<br />

la salvación <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong>l presidiario. Y tenía la cabeza tan atiborrada <strong>de</strong><br />

ciertos alegatos que no se <strong>de</strong>cía estas cosas con sencillez; se extraviaba<br />

en pleno misticismo social, imaginaba rehabilitaciones apoteósicas, veía a<br />

Miette sentada en un trono, en un extremo <strong>de</strong>l paseo Sauvaire, y a toda la<br />

ciudad inclinándose, pidiendo perdón, cantando sus alabanzas. Felizmente<br />

se olvidaba <strong>de</strong> estas hermosas cosas en cuanto Miette saltaba su tapia y<br />

le <strong>de</strong>cía en la carretera:<br />

—¿Quieres que corramos? Apuesto a que no me pillas.<br />

Pero, si el joven soñaba <strong>de</strong>spierto con la glorificación <strong>de</strong> su enamorada,<br />

tenía tales necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> justicia que a menudo la hacía llorar hablándole<br />

<strong>de</strong> su padre. Pese a las hondas ternuras que la amistad <strong>de</strong> Silvère había<br />

puesto en ella, tenía aún <strong>de</strong> vez en cuando bruscos <strong>de</strong>spertares, malas<br />

horas, en las cuales las cabezonadas, las rebeliones <strong>de</strong> su naturaleza<br />

sanguínea la atiesaban, con <strong>los</strong> ojos duros, <strong>los</strong> labios apretados. Entonces<br />

sostenía que su padre había hecho muy bien al matar al gendarme, que la<br />

tierra pertenece a todo el mundo, que uno tiene <strong>de</strong>recho a disparar su fusil<br />

don<strong>de</strong> quiera y cuando quiera. Y Silvère, con su voz grave, le explicaba el<br />

Código como lo entendía él, con extraños comentarios que habrían<br />

indignado a toda la magistratura <strong>de</strong> Plassans. Esas conversaciones tenían<br />

lugar, con mayor frecuencia, en algún rincón perdido <strong>de</strong> <strong>los</strong> prados <strong>de</strong><br />

Santa Clara. <strong>La</strong> alfombra <strong>de</strong> hierba, <strong>de</strong> un negro verduzco, se extendía<br />

hasta per<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> vista, sin que un solo árbol manchase el inmenso lienzo,<br />

y el cielo parecía enorme, llenando con sus estrellas la redon<strong>de</strong>z <strong>de</strong>snuda<br />

192

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!