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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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exasperaba; hacía esfuerzos inauditos por no tratar como se merecían a<br />

esos soldados <strong>de</strong> pacotilla que ni siquiera tenían cada cual su fusil. Pero,<br />

cuando oyó a un señor con un simple gabán hablar <strong>de</strong> relevar a un alcal<strong>de</strong><br />

ceñido con su fajín, no pudo callar más, gritó:<br />

—¡Hato <strong>de</strong> bribones! ¡Si tuviera sólo cuatro hombres y un cabo bajaría a<br />

tiraros <strong>de</strong> las orejas para enseñaros a ser respetuosos!<br />

No hacía falta tanto para ocasionar <strong>los</strong> más graves inci<strong>de</strong>ntes. Un largo<br />

grito corrió entre el gentío, que se abalanzó contra las puertas <strong>de</strong> la<br />

alcaldía. El señor Garçonnet, consternado, se apresuró a abandonar el<br />

balcón, suplicando a Sicardot que fuera razonable si no quería que <strong>los</strong><br />

matasen. En dos minutos las puertas cedieron, el pueblo invadió la<br />

alcaldía y <strong>de</strong>sarmó a <strong>los</strong> guardias nacionales. El alcal<strong>de</strong> y <strong>los</strong> <strong>de</strong>más<br />

funcionarios presentes quedaron arrestados. Sicardot, que quiso negarse<br />

a entregar su espada, tuvo que ser protegido por el jefe <strong>de</strong>l contingente <strong>de</strong><br />

Les Tulettes, hombre <strong>de</strong> gran sangre fría, contra la exasperación <strong>de</strong> ciertos<br />

insurrectos. Cuando el ayuntamiento estuvo en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> <strong>los</strong> republicanos,<br />

condujeron a sus prisioneros a un pequeño café <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong>l Mercado,<br />

don<strong>de</strong> quedaron bajo vigilancia.<br />

El ejército insurrecto habría evitado cruzar Plassans, <strong>de</strong> no haber<br />

consi<strong>de</strong>rado sus jefes que algo que comer y algunas horas <strong>de</strong> reposo eran<br />

absolutamente necesarios para sus hombres. En lugar <strong>de</strong> marchar<br />

directamente sobre la capital <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento, la columna, por una<br />

inexperiencia y una <strong>de</strong>bilidad inexcusables <strong>de</strong>l improvisado general que la<br />

mandaba, efectuaba entonces una conversión a la izquierda, una especie<br />

<strong>de</strong> largo ro<strong>de</strong>o que iba a llevarla a la perdición. Se dirigía hacía las<br />

mesetas <strong>de</strong> Sainte-Roure, alejadas aún una <strong>de</strong>cena <strong>de</strong> leguas, y era la<br />

perspectiva <strong>de</strong> esta larga marcha lo que la había <strong>de</strong>cidido a penetrar en la<br />

ciudad, pese a lo avanzado <strong>de</strong> la hora. Podían ser entonces las once y<br />

media.<br />

Cuando el señor Garçonnet supo que la banda reclamaba víveres, se<br />

ofreció a procurárse<strong>los</strong>. Este funcionario <strong>de</strong>mostró, en aquella<br />

circunstancia, una comprensión muy clara <strong>de</strong> la situación. Aquel<strong>los</strong> tres mil<br />

hambrientos <strong>de</strong>bían verse satisfechos; era preciso que Plassans, al<br />

<strong>de</strong>spertarse, no <strong>los</strong> encontrara aún sentados en las aceras <strong>de</strong> sus calles;<br />

si se marchaban antes <strong>de</strong> hacerse <strong>de</strong> día, se habrían limitado a pasar por<br />

el medio <strong>de</strong> una ciudad dormida como un mal sueño, como una <strong>de</strong> esas<br />

pesadillas que el alba disipa. Aunque seguía prisionero, el señor<br />

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