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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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esoplaba, exasperado por su herida, que iba a obligarlo a abandonar el<br />

cuerpo. Prometió que le enviaría un médico.<br />

—Se lo agra<strong>de</strong>zco mucho, caballero —respondió Renga<strong>de</strong>—; pero, ya ve,<br />

lo que me aliviaría más que cualquier remedio sería retorcerle el cuello al<br />

miserable que me reventó el ojo. ¡Oh!, lo reconocería; es uno flaquito,<br />

paliducho, muy joven…<br />

Pierre recordó la sangre que cubría las manos <strong>de</strong> Silvère. Tuvo un ligero<br />

movimiento <strong>de</strong> retroceso, como si hubiera temido que Renga<strong>de</strong> le saltara a<br />

la garganta, diciendo: «¡Es tu sobrino el que me <strong>de</strong>jó tuerto; espera, vas a<br />

pagar por él!». Y mientras mal<strong>de</strong>cía muy bajo a su indigna familia, <strong>de</strong>claró<br />

solemnemente que, si se encontraba al culpable, éste sería castigado con<br />

todo el rigor <strong>de</strong> las leyes.<br />

—No, no, no vale la pena —respondió el tuerto—; yo le retorceré el cuello.<br />

<strong>Rougon</strong> se apresuró a dirigirse a la alcaldía. Empleó la tar<strong>de</strong> en tomar<br />

diversas medidas. <strong>La</strong> proclama, exhibida hacia la una, produjo una<br />

excelente impresión. Terminaba con un llamamiento a la buena índole <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> ciudadanos, y daba firmes segurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que el or<strong>de</strong>n no volvería a<br />

perturbarse. Hasta el crepúsculo, las calles, en efecto, ofrecieron la<br />

imagen <strong>de</strong> un alivio general, <strong>de</strong> una total confianza. En las aceras, <strong>los</strong><br />

grupos que leían la proclama <strong>de</strong>cían:<br />

—Se acabó, vamos a ver pasar las tropas que han enviado en persecución<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> insurrectos.<br />

Esta creencia <strong>de</strong> que se acercaban soldados se volvió tan gran<strong>de</strong> que <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>socupados <strong>de</strong>l paseo Sauvaire se acercaron a la puerta <strong>de</strong> Niza para ir<br />

al encuentro <strong>de</strong> la música. Regresaron, por la noche, <strong>de</strong>cepcionados, sin<br />

haber visto nada. Entonces una sorda inquietud corrió por la ciudad.<br />

En la alcaldía, la comisión provisional había hablado tanto para no <strong>de</strong>cir<br />

nada que sus miembros, con el vientre vacío, enloquecidos por sus<br />

propias charlas, sentían que el miedo volvía a invadir<strong>los</strong>. <strong>Rougon</strong> <strong>los</strong><br />

mandó a cenar, convocándo<strong>los</strong> otra vez a las nueve <strong>de</strong> la noche. También<br />

él iba a <strong>de</strong>jar el <strong>de</strong>spacho, cuando Macquart se <strong>de</strong>spertó y golpeó<br />

violentamente la puerta <strong>de</strong> su prisión. Declaró que tenía hambre, <strong>de</strong>spués<br />

preguntó la hora, y cuando su hermano le dijo que eran las cinco,<br />

murmuró, con diabólica maldad, fingiendo vivo asombro, que <strong>los</strong><br />

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