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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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habría que ven<strong>de</strong>r un pedazo <strong>de</strong> tierra, lo cual era el comienzo <strong>de</strong> la ruina.<br />

Después dio su palabra a Antoine <strong>de</strong> que lo rescataría al año siguiente,<br />

muy <strong>de</strong>cidido a no hacer nada. Antoine partió engañado, contento a<br />

medias.<br />

Pierre se <strong>de</strong>sembarazó <strong>de</strong> Ursule <strong>de</strong> una forma aún más inesperada. Un<br />

obrero sombrerero <strong>de</strong>l arrabal, llamado Mouret, le tomó un gran cariño a la<br />

joven, que le parecía frágil y blanca como una señorita <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> San<br />

Marcos. Se casó con ella. Fue por su parte un matrimonio por amor, una<br />

verda<strong>de</strong>ra cabezonada, sin el menor cálculo. En cuanto a Ursule, aceptó<br />

aquella boda por huir <strong>de</strong> una casa don<strong>de</strong> su hermano mayor le hacía la<br />

vida imposible. Su madre, sumida en sus goces, empleando sus últimas<br />

energías en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse a sí misma, había llegado a una completa<br />

indiferencia; incluso se sintió feliz con su marcha, esperando que Pierre, al<br />

no tener ya motivos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scontento, la <strong>de</strong>jaría vivir en paz, a su aire. En<br />

cuanto <strong>los</strong> jóvenes estuvieron casados, Mouret comprendió que <strong>de</strong>bía<br />

abandonar Plassans, si no quería oír todos <strong>los</strong> días frases <strong>de</strong>sagradables<br />

sobre su mujer y su suegra. Marchó, se llevó a Ursule a Marsella, don<strong>de</strong><br />

trabajó en su oficio. Por lo <strong>de</strong>más, no había pedido ni un céntimo <strong>de</strong> dote.<br />

Cuando Pierre, sorprendido por tal <strong>de</strong>sinterés, había empezado a balbucir,<br />

tratando <strong>de</strong> darle explicaciones, le había cerrado la boca diciendo que<br />

prefería ganar el pan <strong>de</strong> su mujer. El digno hijo <strong>de</strong>l campesino <strong>Rougon</strong> se<br />

quedó inquieto; esa forma <strong>de</strong> actuar le parecía ocultar alguna trampa.<br />

Quedaba Adélaï<strong>de</strong>. Por nada <strong>de</strong>l mundo quería Pierre seguir viviendo con<br />

ella. Lo comprometía. Hubiera <strong>de</strong>seado comenzar por ella. Pero se veía<br />

atrapado entre dos alternativas muy embarazosas: retenerla, y recibir<br />

entonces las salpicaduras <strong>de</strong> su vergüenza, atarse al pie una bola que<br />

<strong>de</strong>tendría el impulso <strong>de</strong> su ambición; o echarla, y con seguridad hacerse<br />

señalar con el <strong>de</strong>do como un mal hijo, lo cual habría obstaculizado sus<br />

cálcu<strong>los</strong> <strong>de</strong> bondad. Percibiendo que iba a tener necesidad <strong>de</strong> todo el<br />

mundo, <strong>de</strong>seaba que su nombre volviera a caer en gracia a toda Plassans.<br />

Un solo método había que adoptar, el <strong>de</strong> inducir a Adélaï<strong>de</strong> a irse por sí<br />

sola. Pierre no omitía nada para obtener este resultado. Se creía<br />

perfectamente disculpado <strong>de</strong> su dureza por la mala conducta <strong>de</strong> su madre.<br />

<strong>La</strong> castigaba como se castiga a un niño. Los papeles estaban invertidos.<br />

Bajo aquella férula siempre alzada, la pobre mujer se sometía. Apenas<br />

contaba cuarenta y dos años, y tenía balbuceos <strong>de</strong> espanto, aires vagos y<br />

humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vieja que vuelve a la infancia. Su hijo continuaba matándola<br />

con sus miradas severas, con la esperanza <strong>de</strong> que huiría el día en que<br />

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