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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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tuvo otro sueño, el <strong>de</strong> obligar a <strong>los</strong> hombres a ser dichosos, incluso a la<br />

fuerza. Cada acto que le parecía lesionar <strong>los</strong> intereses <strong>de</strong>l pueblo<br />

suscitaba en él una indignación vengadora. De una dulzura <strong>de</strong> niño, tuvo<br />

odios políticos feroces. Él, que no hubiera aplastado a una mosca, hablaba<br />

a todas horas <strong>de</strong> tomar las armas. <strong>La</strong> libertad fue su pasión, una pasión<br />

irracional, absoluta, en la cual puso todas las fiebres <strong>de</strong> su sangre. Ciego<br />

<strong>de</strong> entusiasmo, a la vez <strong>de</strong>masiado ignorante y <strong>de</strong>masiado instruido para<br />

ser tolerante, no quiso contar con <strong>los</strong> hombres; necesitaba un gobierno<br />

i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> entera justicia y entera libertad. Fue en esa época cuando su tío<br />

Macquart pensó en lanzarlo sobre <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong>. Se <strong>de</strong>cía que aquel joven<br />

loco haría una terrible tarea, si conseguía exasperarlo convenientemente.<br />

Este cálculo no carecía <strong>de</strong> cierta finura.<br />

Antoine trató, pues, <strong>de</strong> atraer a Silvère a su casa, exhibiendo una<br />

admiración inmo<strong>de</strong>rada por las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong>l joven. Des<strong>de</strong> el principio, estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> comprometerlo todo: tenía una forma interesada <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar<br />

el triunfo <strong>de</strong> la República, como una era <strong>de</strong> dichosa holgazanería y <strong>de</strong><br />

comilonas sin fin, que hirió las aspiraciones puramente morales <strong>de</strong> su<br />

sobrino. Comprendió que iba por mal camino, y se lanzó a un énfasis<br />

extraño, a una retahíla <strong>de</strong> palabras huecas y sonoras, que Silvère aceptó<br />

como prueba suficiente <strong>de</strong> civismo. Pronto tío y sobrino se vieron dos y<br />

tres veces por semana. En el curso <strong>de</strong> sus largas discusiones, en las que<br />

se <strong>de</strong>cidía rotundamente la suerte <strong>de</strong>l país, Antoine intentó convencer al<br />

joven <strong>de</strong> que el salón <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong> era el principal obstáculo para la<br />

felicidad <strong>de</strong> Francia. Pero, <strong>de</strong> nuevo, se metió por mal camino al llamar a<br />

su madre «vieja tunanta» <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Silvère. Llegó hasta a contarle <strong>los</strong><br />

antiguos escánda<strong>los</strong> <strong>de</strong> la pobre anciana. El joven, rojo <strong>de</strong> vergüenza, le<br />

escuchó sin interrumpirlo. No le preguntaba esas cosas. Quedó<br />

consternado por semejante confi<strong>de</strong>ncia, que lo hería en su respetuosa<br />

ternura por tía Di<strong>de</strong>. A partir <strong>de</strong> ese día, ro<strong>de</strong>ó a su abuela <strong>de</strong> más<br />

atenciones, tuvo para ella bondadosas sonrisas y bondadosas miradas <strong>de</strong><br />

perdón. Por otra parte, Macquart se había dado cuenta <strong>de</strong> que había<br />

cometido una tontería, y se esforzaba por utilizar el cariño <strong>de</strong> Silvère<br />

acusando a <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong> <strong>de</strong>l aislamiento y <strong>de</strong> la pobreza <strong>de</strong> Adélaï<strong>de</strong>. Para<br />

quien lo oyera, él había sido siempre el mejor <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos, pero su<br />

hermano se había portado <strong>de</strong> forma innoble; había <strong>de</strong>spojado a su madre,<br />

y hoy, cuando no tenía un céntimo, se avergonzaba <strong>de</strong> ella. Tenían, sobre<br />

este tema, charlas sin fin. Silvère se indignaba con el tío Pierre, con gran<br />

contento <strong>de</strong>l tío Antoine.<br />

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