La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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Capítulo 7<br />
Fue solamente el domingo, dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la carnicería <strong>de</strong> Sainte-<br />
Roure, cuando las tropas volvieron a pasar por Plassans. El prefecto y el<br />
coronel, a quienes el señor Garçonnet había invitado a cenar, entraron<br />
so<strong>los</strong> en la ciudad. Los soldados dieron la vuelta por las murallas y fueron<br />
a acampar en el arrabal, junto a la carretera <strong>de</strong> Niza. <strong>La</strong> noche caía; el<br />
cielo, cubierto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana, tenía extraños reflejos amaril<strong>los</strong> que<br />
iluminaban la ciudad con una claridad turbia, parecida a esos bril<strong>los</strong><br />
cobrizos <strong>de</strong> <strong>los</strong> días <strong>de</strong> tormenta. <strong>La</strong> acogida <strong>de</strong> <strong>los</strong> habitantes fue<br />
miedosa; esos soldados, todavía ensangrentados, que pasaban, cansados<br />
y mudos, en el crepúsculo sucio, asquearon a <strong>los</strong> pequeños burgueses<br />
aseados <strong>de</strong>l paseo, y esos señores, retrocediendo, se contaban al oído<br />
espantosas historias <strong>de</strong> tiroteos, <strong>de</strong> feroces represalias, cuyo recuerdo ha<br />
conservado la región. El terror al golpe <strong>de</strong> Estado comenzaba, terror<br />
enloquecido, aplastante, que tuvo al sur tembloroso durante largos meses.<br />
Plassans, en su pavor y su odio a <strong>los</strong> insurgentes, había podido acoger a<br />
la tropa, al pasar por primera vez, con gritos <strong>de</strong> entusiasmo; pero en aquel<br />
momento, ante ese regimiento sombrío que disparaba a una palabra <strong>de</strong> su<br />
jefe, <strong>los</strong> propios rentistas, y hasta <strong>los</strong> notarios <strong>de</strong> la ciudad nueva, se<br />
interrogaban con ansiedad, se preguntaban si no habrían cometido algún<br />
pecadillo político merecedor <strong>de</strong> un tiro <strong>de</strong> fusil.<br />
<strong>La</strong>s autorida<strong>de</strong>s habían regresado la víspera, en dos carricoches<br />
alquilados en Sainte-Roure. Su entrada imprevista no había tenido nada<br />
<strong>de</strong> triunfal. <strong>Rougon</strong> le <strong>de</strong>volvió al alcal<strong>de</strong> su sillón sin gran tristeza. <strong>La</strong><br />
apuesta estaba hecha; aguardaba <strong>de</strong> París, con fiebre, la recompensa por<br />
su civismo. El domingo —no la esperaba hasta el día siguiente— recibió<br />
una carta <strong>de</strong> Eugène. Felicité se había cuidado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el jueves, <strong>de</strong> enviar<br />
a su hijo <strong>los</strong> números <strong>de</strong> <strong>La</strong> Gaceta y <strong>de</strong> El in<strong>de</strong>pendiente que, en una<br />
segunda edición, habían contado la batalla <strong>de</strong> la noche y la llegada <strong>de</strong>l<br />
prefecto. Eugène respondía, a vuelta <strong>de</strong> correo, que el nombramiento <strong>de</strong><br />
su padre como recaudador particular iba a ser firmado; pero, <strong>de</strong>cía, quería<br />
anunciarle sobre la marcha una buena noticia: acababa <strong>de</strong> obtener para él<br />
la Legión <strong>de</strong> Honor. Félicité lloró. ¡Su marido con<strong>de</strong>corado! Su sueño <strong>de</strong><br />
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