La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
- TAGS
- literatura-francesa
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
años, aunque en realidad tuviera diecinueve, cuatro menos que su marido.<br />
Había una astucia <strong>de</strong> gata en el fondo <strong>de</strong> sus ojos negros, estrechos,<br />
semejantes a agujeros <strong>de</strong> barrena. Su frente estrecha y abombada; su<br />
nariz ligeramente hundida en la base, cuyas aletas se ensanchaban luego,<br />
finas y temblorosas, como para apreciar mejor <strong>los</strong> olores; la estrecha línea<br />
roja <strong>de</strong> sus labios, la prominencia <strong>de</strong> su mentón que se unía a las mejillas<br />
por dos hoyos extraños; toda esta fisonomía <strong>de</strong> enana taimada era como<br />
la máscara viviente <strong>de</strong> la intriga, <strong>de</strong> la ambición activa y envidiosa. A pesar<br />
<strong>de</strong> su fealdad, Félicité tenía una gracia muy suya, que la volvía seductora.<br />
Se <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> ella que era bonita o fea a voluntad. Eso <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la<br />
forma en que se recogía el pelo, que era soberbio; pero <strong>de</strong>pendía aún más<br />
<strong>de</strong> la sonrisa triunfante que iluminaba su cutis dorado cuando creía<br />
prevalecer sobre alguien.<br />
Nacida con una especie <strong>de</strong> mala suerte, consi<strong>de</strong>rándose poco favorecida<br />
por la <strong>fortuna</strong>, consentía a menudo en no ser sino una birria. Por lo <strong>de</strong>más,<br />
no abandonaba la lucha, se había prometido hacer reventar un día <strong>de</strong><br />
envidia a la ciudad entera con el <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> una felicidad y un lujo<br />
insolentes. Y, si hubiera podido representar su villa en un escenario más<br />
vasto, don<strong>de</strong> su espíritu sutil se hubiera <strong>de</strong>sarrollado a sus anchas, con<br />
toda seguridad habría realizado prontamente su sueño. Era <strong>de</strong> una<br />
inteligencia muy superior a la <strong>de</strong> las muchachas <strong>de</strong> su clase y <strong>de</strong> su<br />
instrucción. <strong>La</strong>s malas lenguas pretendían que su madre, muerta unos<br />
años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su nacimiento, había estado íntimamente vinculada, en<br />
<strong>los</strong> primeros tiempos <strong>de</strong> su matrimonio, al marqués <strong>de</strong> Carnavant, un joven<br />
noble <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> San Marcos. <strong>La</strong> verdad es que Félicité tenía pies y<br />
manos <strong>de</strong> marquesa, y que no parecían pertenecer a la raza <strong>de</strong><br />
trabajadores <strong>de</strong> la cual <strong>de</strong>scendía.<br />
El barrio viejo se extrañó, durante un mes, <strong>de</strong> verla casarse con Pierre<br />
<strong>Rougon</strong>, aquel campesino casi sin <strong>de</strong>sbastar, aquel hombre <strong>de</strong>l arrabal<br />
cuya familia no estaba en olor <strong>de</strong> santidad. Ella <strong>de</strong>jó que chismorreasen,<br />
acogiendo con singulares sonrisas las felicitaciones forzadas <strong>de</strong> sus<br />
amigas. Había hecho sus cálcu<strong>los</strong>, elegía a <strong>Rougon</strong> como una chica que<br />
toma un marido como quien toma un cómplice. Su padre, al aceptar al<br />
joven, no veía sino la aportación <strong>de</strong> <strong>los</strong> cincuenta mil francos que iban a<br />
salvarlo <strong>de</strong> la quiebra. Pero Félicité tenía mejor vista. Miraba a lo lejos en<br />
el futuro, y sentía la necesidad <strong>de</strong> un hombre sano, un poco zafio incluso,<br />
<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cual pudiera escon<strong>de</strong>rse y a quien pudiera manejar a su antojo.<br />
Sentía un odio razonado por <strong>los</strong> señoritos <strong>de</strong> provincias, por ese conjunto<br />
52