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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Pascal, su amor por la sombra, su <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong> la riqueza, su firme<br />

resolución <strong>de</strong> permanecer apartado. ¡Ciertamente, no sería ese hijo el que<br />

satisfaría nunca su vanidad!<br />

—Pero ¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sales? —le <strong>de</strong>cía a veces—. No eres <strong>de</strong> <strong>los</strong> nuestros.<br />

Mira a tus hermanos, buscan, tratan <strong>de</strong> sacar provecho <strong>de</strong> la instrucción<br />

que les hemos dado. Tú no haces más que tonterías. Nos recompensas<br />

muy mal, a nosotros que nos hemos arruinado por educarte. No, no eres<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> nuestros.<br />

Pascal, que prefería reír cada vez que <strong>de</strong>bía enfadarse, respondía<br />

alegremente, con fina ironía:<br />

—Vamos, no se quejen, no quiero fallarles por completo; <strong>los</strong> cuidaré a<br />

todos gratis, cuando estén enfermos.<br />

Por otra parte, veía a su familia muy raramente, sin exhibir la menor<br />

repugnancia, obe<strong>de</strong>ciendo a su pesar a sus instintos particulares. Antes <strong>de</strong><br />

que Aristi<strong>de</strong> entrara en la subprefectura, acudió varias veces en su ayuda.<br />

Se había quedado soltero. Ni siquiera sospechó <strong>los</strong> graves<br />

acontecimientos que se preparaban. Des<strong>de</strong> hacía dos o tres años se<br />

ocupaba <strong>de</strong>l gran problema <strong>de</strong> la herencia, comparando las razas<br />

animales con la raza humana, y lo absorbían <strong>los</strong> curiosos resultados que<br />

obtenía. <strong>La</strong>s observaciones que había hecho sobre sí mismo y su familia<br />

eran como el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> sus estudios. El pueblo comprendía tan<br />

bien, con su intuición inconsciente, hasta qué punto difería <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong>,<br />

que lo llamaba señor Pascal, sin añadir nunca su apellido.<br />

Tres años antes <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong> 1848, Pierre y Felicité <strong>de</strong>jaron su casa<br />

<strong>de</strong> comercio. <strong>La</strong> edad avanzaba, <strong>los</strong> dos habían superado la cincuentena,<br />

estaban hartos <strong>de</strong> luchar. Ante su poca suerte, temieron quedar totalmente<br />

en la miseria, si se obstinaban. Sus hijos, al <strong>de</strong>silusionar sus esperanzas,<br />

les habían asestado el golpe <strong>de</strong> gracia. Ahora que dudaban <strong>de</strong> verse<br />

nunca enriquecidos por el<strong>los</strong>, querían al menos conservar un trozo <strong>de</strong> pan<br />

para su ancianidad. Se retiraban con unos cuarenta mil francos, a lo sumo.<br />

Esta suma les rentaría dos mil francos, lo justo para vivir la vida mezquina<br />

<strong>de</strong> provincias. Felizmente, se quedaban so<strong>los</strong>, pues habían logrado casar<br />

a sus hijas, Marthe y Sidonie, una <strong>de</strong> las cuales se había establecido en<br />

Marsella y la otra en París.<br />

Al liquidar, les hubiera gustado ir a vivir a la ciudad nueva, al barrio <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

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