La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
- TAGS
- literatura-francesa
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Hace ya treinta y seis horas que estoy en pie, ¡y Dios sabe cuándo me<br />
acostaré!<br />
<strong>Rougon</strong>, al irse, se llevó a Vuillet aparte y le dijo que el partido <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n<br />
contaba más que nunca con él y con <strong>La</strong> Gaceta. Era preciso que publicase<br />
un buen artículo para tranquilizar a la población y tratar como se merecía a<br />
aquella banda <strong>de</strong> <strong>de</strong>salmados que había cruzado Plassans.<br />
—¡Qué<strong>de</strong>se tranquilo! —respondió Vuillet—. <strong>La</strong> Gaceta iba a aparecer<br />
mañana por la mañana, pero voy a sacarla ya esta tar<strong>de</strong>.<br />
Cuando hubieron salido, <strong>los</strong> contertulios <strong>de</strong>l salón amarillo se quedaron un<br />
instante más, charlatanes como comadres a quienes un canario robado<br />
congrega en una acera.<br />
Aquel<strong>los</strong> negociantes retirados, aquel<strong>los</strong> comerciantes <strong>de</strong> aceite, aquel<strong>los</strong><br />
fabricantes <strong>de</strong> sombreros, nadaban en pleno drama mágico. Jamás <strong>los</strong><br />
había agitado semejante conmoción. No salían <strong>de</strong> su asombro al ver que<br />
se habían revelado entre el<strong>los</strong> héroes tales como <strong>Rougon</strong>, Granoux y<br />
Roudier. Después, ahogándose en el salón, hartos <strong>de</strong> contarse entre sí la<br />
misma historia, experimentaron una viva comezón por ir a publicar la gran<br />
noticia; <strong>de</strong>saparecieron uno a uno, picado cada cual por la ambición <strong>de</strong> ser<br />
el primero en saberlo todo, en contarlo todo; y Félicité, al quedarse sola,<br />
asomada a la ventana, <strong>los</strong> vio dispersarse por la calle <strong>de</strong> la Banne,<br />
asustados, braceando como gran<strong>de</strong>s pájaros flacos, insuflando la emoción<br />
por las cuatro esquinas <strong>de</strong> la ciudad.<br />
Eran las diez. Plassans, <strong>de</strong>spierta, corría por las calles, atolondrada por el<br />
rumor que crecía. Los que habían visto u oído a la banda insurrecta<br />
contaban historias increíbles, se contra<strong>de</strong>cían, aventuraban suposiciones<br />
atroces. Pero la gran mayoría ni siquiera sabía <strong>de</strong> qué se trataba; estos<br />
vivían en <strong>los</strong> extremos <strong>de</strong> la ciudad, y escuchaban, con la boca abierta,<br />
como un cuento <strong>de</strong> niños, esta historia <strong>de</strong> varios miles <strong>de</strong> bandidos que<br />
invadían las calles y <strong>de</strong>saparecían antes <strong>de</strong>l día, como un ejército <strong>de</strong><br />
fantasmas. Los más escépticos <strong>de</strong>cían: «¡Quita allá!». Sin embargo,<br />
ciertos <strong>de</strong>talles eran concretos. Plassans acabó por convencerse <strong>de</strong> que<br />
una espantosa <strong>de</strong>sgracia había pasado sobre ella durante su sueño, sin<br />
tocarla. Esta catástrofe mal <strong>de</strong>finida tomaba prestado a las sombras <strong>de</strong> la<br />
noche, a las contradicciones <strong>de</strong> <strong>los</strong> diversos informes, un carácter vago, un<br />
horror insondable que hacían estremecerse a <strong>los</strong> más valientes. ¿Quién<br />
226