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aconseja a continuación (1, 4), al igual que ahora (2, 2),
renunciar por completo a ciertas cosas y dejar otras para
más adelante. La necesidad de esta abstención del deseo
de cosas excelentes surge en varios pasajes de las Disertaciones*2.
Pero es en este fragmento del M anual donde se
aporta, a mi juicio, una explicación de esta prohibición
absoluta (2, 2): «Las cosas sobre las que tenemos poder y
que resultaría apropiado desear no se encuentran todavía
a tu alcance». Las Disertaciones, sin arrojar luz sobre las
circunstancias concretas del principiante, se refieren sólo
a una etapa ulterior de progreso espiritual donde aspirar a
cosas excelentes es un deseo razonable y honroso83. Se descubre
aquí uno de los temas característicos de la práctica
espiritual antigua, pero también cristiana: no hay que aspirar
a alcanzar de inmediato y sin preparación ascética
los estados superiores de perfección. Es preciso comenzar
primero sintiendo aversión por los comportamientos irracionales,
es preciso reconocer primero los errores y faltas,
desligarse de las pasiones. Aspirar a una perfección todavía
inalcanzable puede llevar al aprendiz de filósofo a caer en
la tristeza y el desánimo.
Junto a esta rigurosa disciplina del deseo y de la aversión
deberá practicarse también la disciplina de la acción, pero
igualmente sin excesivo ardor, con cautela y a partir de
cierta «cláusula de reserva» (2,2). «Cláusula de reserva» es
una expresión técnica (hypexairesis) relativa a la disciplina
“ D„ 1.4.1; III, 12.8; Ul. 22.13; IV. 4,33.
“ D.. II!. 13.21 y IV. 1.84.
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