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ni un bien ni un mal. Por consiguiente, el hombre que
se lamenta por algo que no depende de él se equivoca al
lamentarse. Según el principio enunciado en el capítulo 5
y que se repite aquí, no son las cosas las que nos causan
preocupación, sino el juicio que nos hacemos sobre las
cosas. El M anual alude igualmente a otra razón por la cual
quien se lamenta cae en un error, y es que «otros hombres
no se afligen en circunstancias similares», ya sea porque
al no afectarles personalmente contemplan las cosas de
forma objetiva e imparcial (en el capítulo 26, aportando
como testimonio las palabras que los hombres utilizan
habitualmente con respecto a las desgracias ajenas, se
dice que el lenguaje común es revelador de la voluntad
de la Naturaleza), ya sea porque aun afectándoles personalmente
son capaces, como Sócrates (5), de no percibir
como un mal lo que no depende de ellos.
En segundo lugar, debe compartirse su dolor, pero sólo
de palabra y no interiormente, es decir, sin compartir el
error de juicio de quien padece la desgracia. La expresión
«no lamentarse interiormente» se encuentra en las Disertaciones,
pero en relación con el dolor físico que siente
uno mismo (D., I, 18, 19): «"Me duele un oído". Pues no
andes quejándote: “¡Ay!". No digo que no esté permitido
quejarse, pero no te quejes por dentro». Lo que significa:
efectúa un juicio exacto y objetivo en relación con el bien
y el mal. El sufrimiento puede arrancarte quejas involuntarias
pero no debe influir en tu juicio, de tal manera que
te imagines que eres desdichado por el hecho de sufrir.
Esta observación resulta pertinente y aclara bastante bien
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