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serían convenientes, sino que desean que las cosas sucedan
como suceden, que el Universo sea exactamente tal
como es. Sólo desean, pues, lo que desea el Destino, identificando
su voluntad con la voluntad de la Razón universal.
Por lo tanto, gobiernan el mundo junto a los dioses,
es decir, junto a la Razón universal, puesto que desean lo
que ésta desea. Así, no prestan atención sino a la Razón»
(51, 2), es decir, a la Divinidad'09, Razón y Alma del universo.
Hombres así son hombres divinos. En este retrato
de los hombres vinculados al gobierno de los dioses resuenan
tal vez ecos del Fedro'10 de Platón, donde las almas
perfectas «gobiernan el mundo entero». Cabe observar,
en todo caso, que en la parte conservada de las Disertaciones
no aparece por ningún lado esa contraposición entre
«invitado de los dioses» y «amigo de los dioses».
En cierto fragmento de las Disertaciones'11 se explica
que la imagen del banquete era utilizada por Epicteto
para describir la situación del hombre a quien los dioses
conceden dones y beneficios: mientras en un festín
se acepta lo que se nos ofrece sin que exijamos que se
ofrezca, «en el cosmos reprochamos a los dioses que no
nos lo ofrezcan, pese a que ya nos ofrecen muchas otras
cosas».
Véase O., 11,16,46: unirse sólo a la divinidad.
"•Fedro. 246 e l.
1,1 H. Schenkl, Epicteti Dissertationes, Leipzig, Tcubner, 1894, fragm. XVII, p 467.
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