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la escuela», allí donde hay gente por completo al margen
de la filosofía. En ellos el aprendiz de filósofo se arriesga
a perderse. Un capítulo entero de las Disertaciones (D., III,
16) intenta poner en guardia al aprendiz contra las malas
compañías: «Hay que ser prudente cuando condescendemos
a entablar relaciones».
33, 7. En cuanto al cuerpo,
atender a sus necesidades más básicas
Cierto fragmento168, probablemente extraído de los libros
perdidos de las Disertaciones de Epicteto y conservado por
algún autor tardío, desarrolla en parte este tema relativo
a la alimentación: «La simple satisfacción del apetito, tal
debe ser para ti la medida de tu alimentación y de tu bebida,
que el propio apetito constituya el aliño y el placer; de
este modo no comerás más de lo necesario ni tendrás necesidad
de cocineros, y te contentarás con cualquier bebida».
Los filósofos enseguida se mostraron interesados por
el régimen alimenticio, retomando así la herencia de una
dietética bastante desarrollada desde la época de Hipócrates.
Sócrates había propuesto la famosa fórmula «es preciso
comer para vivir y no vivir para comer», repetida muchas
veces durante la Antigüedad, por ejemplo por Musonio,
el maestro de Epicteto, de quien disponemos de una disertación
sobre la alimentación169. Y también de Musonio
"* H. Schenkel. Epicteti Dissertationes, Leipzig, Teubner, 1897, p. 482.
Musonio Rufo. Disertaciones, XVIII, 16.
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