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el maestro de Epicteto, Musonio, sólo consideraba «apropiadas»
aquellas relaciones sexuales que tenían lugar en el
marco del matrimonio y con el objetivo puesto en la procreación171.
Esta postura se adecúa en realidad a la lógica
del estoicismo. Si sólo es moral aquello que se realiza con
intención de hacer el bien, lo que se realiza con intención
de buscar el placer ha de resultar inmoral. El acto sexual
sólo puede ser moral cuando se realiza conforme a su destino
natural, la procreación, y en el marco de la institución
destinada a garantizar el nacimiento y educación de
los hijos, es decir, el matrimonio. Este principio conduce,
pues, a una exigencia de castidad antes del matrimonio.
Como comenta Simplicio: «Es justo que esa garantía que
constituye la virginidad y que el hombre exige de la mujer,
la mujer la reciba también del hombre».
Epicteto, sin embargo, reconoce que este precepto es
de difícil aplicación. Debe seguirse «en la medida de lo posible».
De modo que, si uno gusta de los placeres amorosos
antes del matrimonio, no debe permitirse nada contrario a
las leyes, es decir, no debe cometer adulterio ni tampoco,
en la medida de lo posible, dejarse arrastrar irremisiblemente
por el placer. Por otra parte, quien logra abstenerse
no debe jactarse de su castidad ni amonestar a los demás.
El aprendiz de filósofo no debe hacer nada de forma ostentosa
(cap. 47, y D., III, 12, 16-17; III, 14, 4).
1,1 Musonio Rufo, Disertaciones, XII.
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