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hombres creen padecer un mal si no consiguen lo que desean
y si les afecta aquello por lo que sienten aversión.
Pero si se reconoce que sólo existe el bien y el mal en las
cosas que dependen de nosotros, es decir, en la rectitud de
nuestros juicios, de nuestros deseos, de nuestros impulsos
a la acción y de nuestra elección de vida, y por tanto en las
cosas de las que somos únicos responsables, en definitiva,
si se reconoce que no existe otro bien y otro mal que el
bien moral y el mal moral, habrá de considerarse que las
cosas que pueden ocurrimos al margen de nuestra voluntad
no pueden considerarse realmente males. Y los dioses,
que nos imponen estas cosas en virtud del encadenamiento
universal de causas y efectos, no son causantes de
lo que consideramos males. No cabe, entonces, que les
odiemos o vituperemos por ello.
31, 3-4. Pues todo ser vivo se mueve por su interés,
y la piedad está siempre ligada al interés
Este parágrafo está destinado a explicar el comportamiento
de aquellos individuos que odian a los dioses. Como
cualquier ser vivo, aspiran a lo que les resulta útil y aborrecen
lo que les parece perjudicial (D., II, 22, 15): «Por
regla general —no nos hagamos ilusiones— nada hay más
querido para un ser vivo que su propio interés. Teniendo
eso en cuenta, todo cuanto considere un obstáculo, ya sea
su hermano, su padre, su hijo, sus seres queridos o sus
amantes, pasará a ser odioso, y por tanto lo despreciará, lo
maldecirá [...]. Si nos parece que los dioses se convierten
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