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17. Uno no elige su papel en el drama de la vida
Según esta nueva parábola116, como destaca Simplicio117,
los hombres no son libres de aceptar o despreciar la porción
que les ofrece el Destino. Su papel les es imperativamente
impuesto por el autor del drama universal. Podría
decirse que, en las parábolas del navio y del banquete, los
hombres son libres de aceptar las oportunidades que se
les ofrecen (familia, carrera política o riquezas), mientras
que en la parábola del drama no son libres de rechazar
lo que se les impone por voluntad del poeta que ha compuesto
la obra: uno puede ser mendigo, cojo, magistrado
u hombre común11*; inteligente o escaso de luces, fuerte
o débil, guapo o feo. Una vez que se nos ha impuesto el
papel, debemos interpretarlo (D., IV, 7, 13).
Lo más importante en la vida no es la situación social
o la salud corporal, puesto que finalmente éstas son cosas
que no dependen de nosotros. Lo que depende de nosotros
son nuestros juicios, deseos y acciones, conformes a
la naturaleza y a la razón, nuestra elección de vida, nuestra
libertad. Al desear lo que desea la Razón, autora del
poema del Universo, me identifico con ella, y esto gracias
a mi elección de una vida conforme a la razón, convirtiéndome
yo mismo en poeta del Universo.
La metáfora del hombre como actor de una obra teatral
venía de antiguo. En las Leyes, Platón se refería ya al
Alusiones a este tema en D., IV, 2,9-10; IV, 7,13.
1,7 Simplicio, Commentairesur le Manuel d'Epictite, op. di., XXV, 12.
"* Para un listado similar de posibilidades,véase D., III. 24,99.
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