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que tal distinción resultaba fundamental dentro del pensamiento
de Epicteto. Asi se convierte en tema de todo
el primer capítulo que abre las Disertaciones y de los seis
primeros del M anual. En ese primer capítulo se explica
que el discernimiento separa aquello que depende de nosotros,
como el juicio, el deseo o el impulso a la acción,
de aquello que no depende de nosotros, es dedr, las cosas
del mundo, como la riqueza, la salud, la fama, etc. Esa forma
de discernimiento nos hace libres y dichosos, a condición
de que se convierta en regla de todos los juicios
que motivan nuestros deseos e inspiran nuestras acciones
(1, 1-5). Discernir así permite conocer lo que debemos
desear, lo que debemos aborrecer y la manera en que debemos
actuar (2). Será necesario, pues, aplicar ese discernimiento
en nuestros juicios en relación con cada deseo,
con cada acción (3-4). Sólo reconociendo eso que depende
de nosotros, es decir, el juicio (5) y el uso de las representaciones
(6), podemos conocer eso de lo que somos
responsables, eso que nos es propio.
Casi todos los capítulos del M anual expondrán, de un
modo u otro, la aplicación de esta distinción fundamental.
1,1-5. La aplicación de la regla
del discernim iento a la disciplina del juicio
Este grupo de sentencias afirma sucesivamente la necesidad
del discernimiento, definiéndolo mediante ejemplos
(1, 1), para precisar después la contraposición del ámbito
de la libertad y el de la esclavitud (1,2). En ellas se destaca
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