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elección. Una de las consecuencias del principio que estamos
examinando, especialmente destacada por Epicte-
to, es que nos hacemos desdichados a nosotros mismos a
causa de nuestros propios juicios (M anual, 5). De ello se
deduce, por lo demás, y según el axioma socrático, que
«nadie es malvado por gusto»32. En efecto, los hombres
prefieren naturalmente el bien, pero se equivocan sobre
la definición de la naturaleza del bien. La virtud equivale
por tanto a «sabiduría» y el vicio a «ignorancia», según el
principio socrático33. Pero por «sabiduría» cabe entender
un conocimiento que compromete la totalidad del ser, la
totalidad del alma. No se trata exactamente de un saber
teórico, sino de «darse cuenta», en el sentido con mayor
alcance de la expresión, de que el bien consiste en obrar
conforme a la recta razón, es decir, al margen de nuestros
egoísmos y de nuestros intereses.
El tercer principio: «La naturaleza es coherente consigo
misma», permite entender mejor el contenido del
concepto de bien. A diferencia de la moral kantiana, fundamentada
en sí misma, la moral estoica se basa en cierta
concepción del ser vivo. Para los estoicos el ser vivo se
muestra, desde el comienzo de su existencia, instintivamente
concorde y coherente consigo mismo. Tiende a la
conservación, aprecia su propia existencia y todo cuanto
u Sócrates, en Aristóteles. Ética a Nicómaeo. Vil, 3,1145 b 21-27; Platón, Protágoras. 343 d;
Gorgias. 509 t i Tuneo, 86 <L
11 Sócrates, en Aristóteles. Ética a Endono. 1,5.1216 b. 6-8. Jenofonte, Memorables, III, 9, $.
Víase P. Hadot. Qu’cst ce que la philosophíe arinque?, París, Gallimard, Polio Essais, 1993,
p, 63. Trad. cast.: ¿Qué es la filosofía antigua?, México. Pondo de Cultura Económica,
1998.
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