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Hadot-Pierre-Epicteto-Manual-Para-La-Vida-Feliz

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para referirse a la elección de vida del filósofo. Por ejemplo,

surge entre los consejos ofrecidos al aprendiz de filósofo

en el capítulo 51,1 y 2: «¿Hasta cuándo esperarás para

juzgarte a ti mismo digno de lo mejor?»; «que todo aquello

que te parece lo mejor, te sea irrenunciable». Y volvemos a

encontrarla en el prefacio situado por Amano al comienzo

de las Disertaciones: «La intención que movía a Epicteto era

espolear la disposición interior de sus oyentes para llevarla

hacia lo mejor que hay». El escritor satírico Luciano de

Samosata, realizando el elogio del filósofo Demonacte, se

expresa así: «Elevándose por encima de eso [riqueza y honores],

y juzgándose digno de cuanto hay mejor, emprendió

el camino de la filosofía»134. Esta fórmula puede remontarse

finalmente al Critón (46 b) de Platón, citada por

lo demás por Epicteto en las Disertaciones (D., III, 23, 21):

«Sigo siempre un principio [...]: no dejarme persuadir por

nada que no sea una única razón, la que reconozco como

mejor cuando la examino».

Por lo demás, el M anital insta en muchas ocasiones a

los aprendices de filósofo a adoptar una apariencia sencilla

y humilde (cap. 46), al margen de toda arrogancia.

Y es que la arrogancia debía de ser uno de los defectos

más comunes de los aprendices. Tres siglos después de

Epicteto, el filósofo Adesio de Pérgamo constataba en

ocasiones que sus discípulos se mostraban «insultantes y

altivos»: éste los obligaba entonces a «poner los pies en

el suelo» e ir al mercado para «discutir con las verduleras

IMLuciano, Demonacte, 3.

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