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mejor aún, no desearlos (15). No dejarse llevar por las representaciones
(16-20). Acostumbrarse a pensar en las cosas
que uno se imagina terribles (21).
14. No desear que lo que no depende de nosotros
dependa de nosotros
Volvemos de nuevo al tema de los limites de la responsabilidad
(14, 1): es una insensatez desear que lo que no
depende de nosotros dependa de nosotros, «que tus hijos
o tu esposa sigan vivos» o que tu esclavo no actúe de forma
descuidada. En el primer caso, no depende de mí que
un ser mortal no muera, y en el segundo, el del esclavo,
no depende de mí que otro cometa una falta moral, puesto
que ello depende enteramente de la voluntad de ese
otro individuo.
Desear que lo que no depende de nosotros dependa de
nosotros supone pasar a un estado de esclavitud, someterse
a numerosos amos (14, 2), puesto que eso de lo que
depende lo que deseamos o aborrecemos se apoderará de
nosotros. En las Disertaciones (D., IV, 1, 55 y ss) Epicteto
enumera los incontables amos que nos convierten en esclavos:
la gente ante la que nos inclinamos, ante la que nos
mostramos obsequiosos para que nos inviten a un banquete
o nos procuren algún consulado o prefectura (como
diríamos ahora: para entrar en la Academia u obtener
algún cargo importante) [D., IV, 1,59-60]: «Y, antes que a éstos,
tomamos a los acontecimientos por amos; y cuán numerosos
son. Por ello debemos considerar necesariamen
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