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de la naturaleza, y por tanto cuando se produce, podríamos
decir, un error de tiro. Pues el error de tiro no apunta
a ninguna diana, sino a una naturaleza fallida, no constituyendo
sino un proceso fracasado. No existe una diana
propia para los errores de tiro. El mal no es una diana a la
que pueda apuntarse o, mejor dicho, que estaría destinada
a los errores de tiro, del mismo modo en que el bien es
una diana a la que puede apuntarse y que está destinada a
los lanzamientos logrados. El mal no constituye por tanto
un fin que se pueda aspirar a realizar, al menos del mismo
modo en que lo hace el bien.
Epicteto está pensando sin duda tanto en términos de
orden cósmico como de orden moral. Por un lado, la voluntad
de la Razón universal no puede aspirar al mal, no
puede desear la consecución de una naturaleza malvada,
puesto que sólo puede desear el bien, diana a la que apuntan
todos los seres y que implica la perfección de la Razón
en todas las cosas146. Por otro, la voluntad de la razón humana
no puede apuntar al mal, puesto que está concebida
para actuar conforme a la Naturaleza, es decir, a la voluntad
de la Razón universal, y para apuntar siempre hacia el
bien, por más que pueda equivocarse: nadie es malvado
porque quiere. Si no existe la naturaleza del mal como realidad
autónoma, es el hombre, por lo tanto, quien lo introduce
en el mundo a través de sus falsos juicios, junto con el
desorden. Pero la Razón universal asimila esta confusión
Puede leerse en Cicerón, Sobre la naturaleza de las dioses, II, 12. 35 (Les Stolcíens, I, op.
dt., pp. 420-421), la descrípdón de cómo se elevan los seres a la perfección de la Razón.
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