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tiene algo de paradójico. En cualquier caso, en las Disertaciones
(D., 1,9,8) Epicteto se burla de esos aprendices de filósofo
acostumbrados a los lujos, que temen morirse de
hambre al verse obligados a desatender las cosas del mundo:
«¿Y de qué comeré, si no tendré nada?», «¿Y cómo
hacen los esclavos, cómo se apañan los fugitivos? ¿En qué
depositan su confianza, si no en sí mismos?». Epicteto
vuelve a repetirle al principiante que debe empezar a
ejercitarse partiendo de menudencias: de la pérdida de un
poco de aceite, de un poco de vino. Sin dejar, no obstante,
de formular el principio fundamental: la paz espiritual
está por encima de aquello que nos produce preocupaciones
e inquietudes. Así, es preciso decirse a uno mismo
que ha de pagar el precio (cap. 25, 3-4) por la pérdida
del aceite o el vino, o por los malos actos de un esclavo.
Actuando de este modo seguramente pareceremos estúpidos
o insensatos a los no filósofos, pero nos mantendremos
firmes en nuestra elección de vida conforme a la
naturaleza.
1 4 -2 1 . PR B C EPTO S RELATIVOS A LA D IS C IPL IN A D E L D E SE O :
R ELA C IÓ N C O N LOS OBJETO S Y LOS A C O N T E C IM IE N T O S
Estos ocho capítulos retoman los preceptos relativos a la
disciplina del deseo, interrumpidos por los consejos a los
principiantes (12-13). No desear lo que no depende de
nosotros es algo que depende de nosotros (14). Recibir
con humildad los beneficios concedidos por los dioses y,
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