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lo tanto estar dispuesto a aceptar los acontecimientos requeridos
por la Razón universal. Ésta gobierna el mundo
con la mejor gnóm e'56. El mundo es obra de la benevolencia
divina: así, es el mejor de los mundos posibles, demostrándose
los sucesos que nos ocurren perfectamente
adaptados a nosotros: «¿Acaso quieres algo que no sea lo
mejor? ¿Y qué hay mejor que lo que complace a los dioses?»
(D., II, 7, 13).
31,2. Esta rectitud en el juicio implica
un conocimiento exacto del bien y del mal.
De lo contrario los hombres critican a los dioses
No basta, sin embargo, con pensar que los dioses existen y
que se preocupan de los mortales para que éstos se abstengan
de criticarlos. Cuando nos sucede algo que consideramos
una desgracia, acusamos a los dioses como si ellos
fueran responsables de eso que consideramos un mal157.
A la rectitud del juicio sobre los dioses debe añadirse, por
tanto, una correcta comprensión del bien y del mal, es decir,
un correcto discernimiento, aceptado e interiorizado,
de lo que depende de nosotros y de lo que no depende de
nosotros. De este modo se nos reconduce de nuevo a los
principios planteados al comienzo del M anual (1,1-3). Los
"* Vuelve a aparecer ahora eata palabra utilizada ya en el capitulo 28, y si alli podía adoptar
el sentido de «inteligencia» o de «la m is excelsa inteligencia», sin duda en este capitulo
se aproxima m is al sentido de •voluntad», sobre todo si se compara con cierto texto de
las Disertaciones (D„ 1,17,28) donde se dice que «todo sucede según tu voluntad (pióme)
y la de la divinidad».
W D.,I, 22,15; 1.27.13; II, 22,17.
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