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ha aprendido en los cursos de filosofía, parloteando sobre
«principios teóricos»; de este modo, durante los banquetes
(D., II, 19,8 y II, 21,17), puede dejar pasmados a los invitados
citando a Crisipo, Cleantes y Antípatro a propósito
del célebre argumento denominado Victorioso1” . Es lo
que Epicteto denomina «vomitar principios», puesto que
no se ha sido capaz de digerirlos (D., 1,26,16 y en especial
III, 21, 1): «Quienes sólo han escuchado estos principios,
y nada más, desean vomitarlos enseguida... Pero hay que
empezar por digerirlos. Y una vez digeridos, demostrar
un cambio de actitud... Aliméntate como un hombre,
bebe como un hombre, cásate, ten hijos. Haz eso para
que podamos constatar que realmente has aprendido algo
de los filósofos».
Sin duda vale la pena destacar la honradez de Epicteto
al invitar a sus discípulos, y a sí mismo, a progresar, recomendando
contentarse simplemente con ser y actuar,
sin recurrir a la palabrería, sin intentar aparentar nada ni
pretender suscitar admiración. Lo único que importa es el
puro amor al bien, completamente desinteresado, y no
el aplauso de los espectadores u oyentes.
m Epicteto (D., II. 19, 1) tiene el mérito de habernos transmitido el argumento atribuido
a cierto filósofo de la escuela de Megara, Diodoro Crono (finales del siglo iv-comienzos
del siglo m a. C.), que fascinaba todavía a los filósofos del siglo u d. C.; «Se produce una
mutua contradicción entre estas tres proposiciones: toda verdad pasada es necesaria; de
lo posible no puede seguirse lo imposible; es posible lo que no es real actualmente ni
en el futuro». Véase J. Gaskin, The Sea Battlc and the Master Argumenl, Berlín, Walter de
Gruyter, 199$.
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