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explica meritoriamente lo que ocurrió en su caso, seguramente
parejo al de Arriano. Galeno acostumbraba a redactar
para sus amigos o alumnos notas (hypom nem ata) o
prontuarios relativos a sus cursos: «Esas obras no habían
sido escritas para su publicación, sino adaptadas a las capacidades
y necesidades de quienes me las pidieron: resulta,
pues, natural que algunas secciones fueran demasiado
extensas y otras demasiado breves, y que el estilo y forma
de transmisión de las propias enseñanzas estuvieran a veces
logrados y otras dejaran bastante que desear». Como
puede verse, existían en la Antigüedad obras que, como algunas
de las escritas por Galeno o como las D isertaciones
de Epicteto, se encontraban, por asi decirlo, a mitad de camino
entre las simples notas y el tratado compuesto con
refinada forma literaria. A veces el autor disponía primeramente
de unas sencillas notas a las que, después, pasaba
a dotar en parte de forma literaria, conservando, también
en parte, su estado de simple esbozo, sin intención de destinarlas
a un público amplio sino de ofrecerlas únicamente
a un grupo de amigos o alumnos. Los cuales, a su vez,
realizaban copias para sus allegados, y de este modo los
textos se iban multiplicando progresivamente. El autor
se veía obligado entonces a publicar la obra con el fin de
evitar falsificaciones. Probablemente, es lo que le sucedió
a Arriano. A buen seguro conservó cuidadosamente las
notas que había tomado cuando escuchaba a Epicteto, pasándolas
a limpio con posterioridad, tal vez para proporcionarles
mayor legibilidad y mejorar su estilo, aunque
sin dejar de conservar fielmente, como él mismo señala,
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