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en la disciplina del deseo (3) y en la disciplina de la acción
(4) resulta de vital importancia definir con precisión el objeto
deseado y la acción proyectada, es decir, representárselos
tal como son, formularse uno a sí mismo mediante
un juicio el contenido de la representación adecuada, objetiva
y comprensiva del objeto o acto en cuestión. El discurso
interior jugará, por lo tanto, una baza fundamental
en la transformación de uno mismo. Para disciplinar los
deseos y las acciones se recurre, en los capítulos 3 y 4, a la
técnica del discurso añadido (epilegein) con el objetivo de
modificar nuestras disposiciones internas.
Epicteto no parece hablar en las Disertaciones de la necesidad
de definir el objeto deseado o la acción proyectada®5.
El hecho de que este ejercicio de definición desempeñe
un papel relevante para Marco Aurelio** y que se cite
en el M anual hace suponer que su uso fuera recomendado
en algún fragmento perdido de las Disertaciones.
3. La definición del objeto deseado
Aparece aquí, al igual que en 1, 5, el ejercicio del discurso
interior como exhortación dirigida a sí mismo. Se trata de
definir exactamente los objetos a los cuales nos sentimos
ligados, los que deseamos conservar, los que no queremos
perder. Definirlos con precisión nos permite discernir
con nitidez entre los juicios de valor subjetivos y afecn
Pero en D.. III, 5,1 se aconseja estudiar los antecedentes y consecuencias de la acción.
“ Véase P. Hadot, La CiuuUUc imériam, op. dt., pp. 122-123 y 183-184.
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