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Hadot-Pierre-Epicteto-Manual-Para-La-Vida-Feliz

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cuando se nos presenta la bandeja106. Uno debe comportarse

de manera similar en la vida. Recibir con humildad

las cosas que los hombres consideran bienes y que la divinidad

nos ofrece, sin querer retenerlas cuando se nos

escapan, o sin mostram os impacientes si tardan en llegar.

Los dioses se muestran así, en cierto modo, como benefactores

que pueden conceder satisfacciones terrenales a

los hombres107. Marco Aurelio (IX, 11,2 y IX, 27,3) indica:

«Los dioses desean lo mejor para los hombres. A menudo

les ayudan a obtener salud, riqueza y gloria [que, sin embargo,

los hombres consideran equivocadamente bienes],

hasta tal punto son bondadosos». Podríamos decir, pues,

que invitan en cierto modo a los hombres a una suerte de

festín donde éstos pueden servirse como invitados con

buena educación, convirtiéndose así en dignos convidados

de los dioses. El apelativo «invitado de los dioses» no

resulta, por lo demás, demasiado envidiable. La mitología

antigua lo utilizaba para referirse a Tántalo, invitado

al banquete de los dioses que recibió de Zeus el privilegio

de obtener cuanto deseara. Según Ateneo108, Zeus,

cansado de las pretensiones de Tántalo y de su amor por

los placeres, quiso que, pese a obtener cuanto deseaba,

viviera constantemente en la inquietud, situando los objetos

anhelados en una roca por encima de él, fuera de su

alcance. Al hablar de «digno» invitado de los dioses, Epicteto

pretende sin duda contraponer el comportamiento

Alusión al modo de actuar correctamente durante un banquete, en D., 11.4.8.

La Providencia cuida hasta de los menores detalles, D.. 1,12,3.

Ateneo, Dcipnosofisus. VII. 281 b.

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