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10. Tenemos capacidad para enfrentarnos
a las representaciones que nos inquietan
Al igual que en el capítulo 1,5, volvemos a encontrar ahora
un ejemplo de lo que Epicteto denomina uso de las representaciones,
es decir, del modo en que el principio
rector debe comportarse para no dejarnos llevar por las
representaciones. Dejarse llevar por las representaciones
(expresión de carácter técnico que aparece también en los
capítulos 16,18,19,29 y 34) supone otorgar nuestro asentimiento
al juicio de valor que nos hacemos bajo la impresión
de alguna representación inquietante (D., II, 18, 24-
28), y por tanto sentirnos arrastrados por el deseo de cosas
que no dependen de nosotros, como la pasión amorosa,
la pereza o la cólera. El arte de comportarse con las representaciones
inquietantes consiste, como vimos en 1,5,
en concederse cierto tiempo, en «pedirle los papeles» a
cada representación —lo que probablemente corresponde
aquí a la intención de concentrarse en uno mismo, de
volverse hada sí—. En D., I, 6,28, aparece la idea de que
cada cual debe encontrar en su interior las «facultades»
necesarias para aceptar lo que le sucede, facultades que
son, como aquí en el M anual, virtudes: magnanimidad,
coraje, resistenda, paciencia. Tradidonalmente los estoicos
consideraban que las semillas de la virtud, es dedr, la
capacidad de seguir una conducta conforme a la razón,
son innatas a la naturaleza humana, como explicaba por
ejemplo Séneca: «La Naturaleza ha entregado a todos los
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