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para otorgar cierto aire de creación literaria a su obra.
Antes que nada, es lícito preguntarse si el orden de los capítulos
no sería elegido cuidadosamente; lo cual significaría,
ciertamente, que los discursos no se ofrecen en orden
cronológico. Por ejemplo, Arriano sitúa al comienzo de
las Disertaciones, como hace igualmente al comienzo del
M anual, un capítulo relativo al discernimiento de las cosas
que dependen de nosotros y de las que no dependen
de nosotros. Posiblemente quiso subrayar de esta forma
la relevancia que Epicteto concedía a esa doctrina para
él fundamental. Y se descubren también extravagancias,
a veces difícilmente explicables, en la constitución de los
capítulos. Por ejemplo, en D., III, 8, 7 la historia narrada
no tiene nada que ver con el capítulo sobre las representaciones
en donde se inscribe.
Sin entrar en polémicas técnicas sobre estos asuntos,
cabe pensar que las D isertaciones, tal como las redactó
Arriano, se sitúan en un nivel intermedio entre el estado
de simples notas informes (hypom nem ata) y el estado de
obra literaria completa y hábilmente elaborada (syngram -
m a). T. Dorandi52 no se equivoca al llamar la atención sobre
tales estadios intermedios, recordando en especial el caso
del médico Galeno. Como hemos visto, Arriano se quejaba
de que circularan sin su permiso copias de su redacción
de las Disertaciones. Lo mismo le sucedió a Galeno53, que
” T. Dorandi. Le Stylet et la TaUette, París, Les Belles Lettres. 2000, pp. 78-80.
** He extraído esta comparación de S. L. Radt, «Zu Epiktets Diatriben», Mnemosyne, 43,
1990, p. 36$. Cito la traducción de P. Moraux. Galien de Pergame. Souvenirs d'un mídecin,
París. Les Belles Lettres. 198$, p. 153.
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