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Hadot-Pierre-Epicteto-Manual-Para-La-Vida-Feliz

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clases populares veían a los filósofos vivir según su elección

filosófica, solían esbozar una sonrisa o incluso soltar

una risotada poniendo en duda sus capacidades prácticas130.

Les resultaba molesto que despreciaran las cosas a

las cuales ellos, hombres de mundo, concedían valor, considerándolos

torpes para los asuntos cotidianos (cap. 13).

Por otra parte, algunos filósofos adoptaban un aire arrogante

y de superioridad ante los profanos. Tenían siempre

«el ceño fruncido», como se explica en este capítulo del

M anual, seguidor en esto de una larga tradición que se remonta

como mínimo a las comedias de la Grecia clásica,

en las que se criticaba a los filósofos, irónicamente, por su

apariencia pretenciosa131.

Epicteto previene insistentemente al aprendiz de filósofo

de lo que le aguarda. Debe estar preparado para «convertirse

en ese animal del que todos se ríen» (D., i, 11,39 y

III, 15,11). Para poder soportarlo, el aprendiz ha de pensar

que, al igual que Sócrates132, ha sido llamado por la divinidad

para esta tarea133 y que no puede rechazarla pese a

las dificultades. Y habrá de «persistir en lo que le parece

lo mejor», es decir, mantener su elección de vida. Esta expresión,

en apariencia banal, parece haber sido la habitual

,n En el siglo n. el emperador Antonino Pió. en un reglamento sobre salarios e indemnizaciones,

estipuló, sin duda irónicamente, que si los filósofos reñían con respecto a sus

bienes, demostrarían que no son filósofos. Por su parte. Frontón dudaba de la capacidad

de Marco Aurelio para defender sus derechos en el caso de la herencia de Maúdia. véase

P. Hadot, La Citaddle intériatre, op. dt„ p. 31.

Véanse los textos en J. Taillardat, Les ¡muges d'Arislophane, n° 326, Université de Lyon,

p. 173, en especial el epigrama citado en Ateneo, Deipnoscfistas, 162 a.

'“ Véase D.. III, 1,19 y 111,24.95; y Platón. Apología, 28 d-e.

m D.. I, 9.16-24; III, 21. 18-19; III. 24. 117.

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