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permanecen inmersos en una constante inquietud y en la
infelicidad porque aspiran apasionadamente a la adquisición
de cosas que no tienen la certeza de obtener o que,
finalmente, se les escapan, aunque sólo sea porque, en última
instancia, están sujetos a la condición mortal. Por el
contrario, el estoico está seguro de la adquisición del único
bien cuyo valor reconoce. Le basta con querer hacer el bien
moral. De lo cual resulta para el hombre de bien, como señala
Sócrates, que no existe ningún mal que le afecte: resulta
invulnerable. Pues el único mal posible para un estoico proviene
de la mala acción (del mal moral), que sólo depende
de nosotros cometer. Las demás cosas, como la pobreza,
la enfermedad, la maledicencia, la muerte o el dolor, no
son bienes ni males y no pueden, por lo tanto, considerarse
algo malo en opinión de los estoicos, puesto que no
dependen de nosotros sino del exterior, de los demás o del
Destino. Se trata de cosas indiferentes que no son buenas
ni malas. Este principio se basa en la siguiente división:
Las cosas son
o buenas o malas, es decir:
buenas o malas m oralm ente.
Ejemplos: la virtud, el vicio.
O bien ni buenas ni malas,
es decir: indiferentes.
Ejemplos: la pobreza, la enferm
edad, la m uerte.
Tradicionalmente, el principio que acabamos de enunciar
se consideraba el más importante dentro de la doctrina estoica.
De hecho, resultaba definitorio de la misma, como
demuestra Tácito, que al referirse a Helvidio Prisco, uno
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