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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />
también los efectos que acarrean sobre esas formas de vida. El territorio como<br />
concepto es un producto de “la lucha” que se va llenando de sentido en la disputa<br />
política concreta entre los pobladores locales y sus organizaciones.<br />
5. Territorios rurales y urbanos: derechos y poder /estar y moverme/no irme/.<br />
“Ninguna decisión sobre nosotros sin nosotros”, reza el mandato construido<br />
por la Mesa de los Cerros Orientales en Bogotá. Es una denuncia, una propuesta<br />
y un signo de presencia, de la importancia de los pobladores y habitantes de los<br />
cerros cuando de su territorio se trata.<br />
Las conversaciones entre experiencias de acción política en la ciudad y en<br />
el campo son escenarios recurrentes y particularmente ricos, como lo demostraron<br />
las convocatorias de la Cumbre Agraria a las jornadas de indignación.<br />
Los territorios urbanos plantean el reto de pensar los espacios construidos<br />
colectivamente, sean estos un barrio, una localidad u otros; pero también, lejos<br />
de ser exclusivamente urbanas, nuestras ciudades rompen la dicotomía entro lo<br />
rural y lo urbano. Cuentan con varios espacios rurales, particularmente en sus<br />
bordes y lógicas cotidianas. Las familias que habitan allí han sido campesinas por<br />
generaciones, se han dedicado al trabajo de la tierra. Estas formas de vida entran<br />
en conflicto con políticas de urbanización. En esa dirección, las formas organizativas<br />
de estos ciudadanos han retomado la idea de defensa del territorio como<br />
una forma de hacer visible su estilo de vida, desde el hábitat y el uso del espacio.<br />
III<br />
Hoy nuevamente se abre una esperanza: la posibilidad de que busquen un<br />
escenario de posibilidad creativa y creadora las potencias sociales resguardadas<br />
por apremio de despojos, violencias y desplazamientos y por una confrontación<br />
prolongada que fue ensanchando los lastres propios de episodios que se desgastan<br />
en su capacidad de transformación. Un proceso de diálogo entre el gobierno<br />
y las insurgencias tiene esa posibilidad: disminuir riesgos y aumentar el margen<br />
de las oportunidades; los acuerdos entre ellos —si eso permiten— lograrán dar<br />
bases para que un proceso de paz, protagonizado por la sociedad toda, sea un<br />
rumbo factible en el que se expresen las diversidades en sus riquezas y se logren<br />
dar las luchas sociales para transformar desigualdades y exclusiones.<br />
Quienes reivindican la existencia regional en Colombia expresan la oportunidad<br />
para superar sus imposibilidades en la dimensión de Estado-nación,<br />
2 “La brutalidad de los booms locales conduce a inversiones anárquicas. Como otras zonas pioneras, ellas escapan<br />
ampliamente a las instituciones estatales y padecen a menudo de infraestructuras insuficientes. Más que la riqueza, la<br />
desorganización social que resulta de estos tres rasgos explica la intensidad de la violencia” (Pécaut, D. 1977. Presente,<br />
pasado y futuro de la violencia. Revista Análisis Político, 30, enero-abril. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia).