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Y SIN EMBARGO SE MUEVE

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De los fines y las formas | 21<br />

tienen una clara responsabilidad, en una cadena de exclusión política que incluye:<br />

el Frente Nacional, el paramilitarismo, la parapolítica, el genocidio de la<br />

Unión Patriótica y hasta el asesinato de cuatro candidatos presidenciales que<br />

participaban en las elecciones.<br />

Queda al ELN la opción de la resistencia armada ante los resultados inconclusos,<br />

un estadío político en el que la organización se atrinchere. Pero esto<br />

no deja de ser problemático: primero, porque ella es, en esencia, algo diferente<br />

a una resistencia. Y segundo, porque su promesa política no va en esa línea,<br />

que podría rayar en su suicidio. Sería más un argumento de última hora, alejado<br />

de la tradición del ELN. El caso del EZLN, de México, lo ilustra muy bien:<br />

quedarse como vocero armado le ha dado legitimidad en varios sectores, los<br />

identificados como sujetos, de los que ha derivado tal vocería. Pero lo ha dejado<br />

desconectado del país.<br />

La incertidumbre del camino a la paz<br />

“Hace 24 años, el ELN se propuso buscar una solución política al conflicto”,<br />

decía Gabino. Es decir, el ELN se ha preparado en estas lides. De los acercamientos<br />

que he tenido para entender el pensamiento de esta insurgencia, su lógica<br />

política y sus prevenciones frente al proceso de paz, puedo decir que ninguna<br />

de esas miradas muestra que sea una vía imposible.<br />

La imaginación muchas veces es buena consejera y la audacia política se<br />

impone hoy como reto. Jaime Bateman decía algo que siempre recuerdo: “el problema<br />

no es que nos maten a todos, el problema es que no sepamos hacer política”.<br />

En recientes viajes por varias regiones del país me sorprendió la claridad<br />

de las comunidades para ver el fin del conflicto armado y la construcción de<br />

paz como dos lógicas diferentes. Hay en esa claridad la esperanza de que el<br />

primero daría automáticamente un lugar a la segunda. No obstante, conviene<br />

advertir que eso no es del todo cierto porque hay un chantaje estatal implícito<br />

de cumplir sus deberes, si y solo si la insurgencia firma. Y porque la firma en<br />

sí misma no garantiza los cambios sociopolíticos que las comunidades identifican<br />

como construcción de paz: salud, educación, obras, empleo, desarrollo,<br />

justicia, etcétera.<br />

Si miramos el cumplimiento del Estado a las insurgencias que se desmovilizaron<br />

en el pasado, si estudiamos la larga lista de acuerdos incumplidos a<br />

las comunidades de Cauca, Catatumbo y Arauca, la pregunta inevitable es si se<br />

puede creer en el gobierno.<br />

El riesgo de asumir la paz no solo radica en las dificultades de convertir<br />

una organización militar clandestina es una opción política legal, no solo en<br />

negociar en la mesa con la altura de una organización que no ha sido derrotada,

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