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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />
modelo y no por casualidad el general Naranjo es la persona designada para<br />
dirigirlo. La paz territorial debe partir del axioma de que la primacía de lo civil<br />
requiere desmilitarización no solo de los territorios sino de la mentalidad de la<br />
Policía Nacional. Difícilmente habrá paz territorial si no hay este cambio y si,<br />
antes bien, permanece la tesis de que la Policía debe fortalecerse militarmente<br />
para combatir la “criminalidad o la delincuencia” e incluso que los militares se<br />
mantendrán fuera de los batallones cumpliendo funciones de policía.<br />
La experiencia indígena no es equiparable con las que puedan derivarse de<br />
un acuerdo para terminar el conflicto armado, pero es dable imaginar alternativas<br />
a partir de las lógicas internas del control territorial. El punto de partida, como<br />
es obvio, fue el reconocimiento por la Constitución Política de las autoridades<br />
indígenas como responsables del orden público; esto no es diferente a lo establecido<br />
formalmente en la ley para los municipios, pero es sabido que la autoridad<br />
de los alcaldes sobre la policía local ha sido casi nula y sobre todo en las regiones<br />
de conflicto. Los indígenas del Cauca ya traían de tiempo atrás mecanismos de<br />
protección y control ciudadano y de resolución de conflictos, que incluye la<br />
llamada guardia indígena (kiwe thegnas o cuidadores del territorio), la jurisdicción<br />
especial indígena y formas diversas de arreglo de problemas comunitarios;<br />
fueron estos mecanismos los que permitieron que ante la presencia de una policía<br />
militarizada imposibilitada para regular la convivencia, fuesen las estructuras<br />
comunitarias de control social las que asumieran el peso real de la convivencia.<br />
Hay una razón adicional por la que es útil que un acuerdo de paz aborde el<br />
problema de la convivencia y la policía en clave local; las formas locales de regulación<br />
son las únicas realistas para la transición, en tanto la Policía y el Ejército han<br />
sido y son vistos como fuerzas de ocupación y no de convivencia, y en ese sentido<br />
serían el mecanismo idóneo para sabotear el proceso de estabilización de la paz.<br />
Superar esos enfoques equivocados obliga a pensar en otros campos de<br />
transformaciones necesarias para una paz con impacto territorial, que en su<br />
momento planteó el movimiento indígena como consustanciales para poder<br />
terminar la acción militar del MAQL y dar paso a una paz estable. Al primero<br />
de ellos ya lo señalamos: se requieren avances serios hacia una verdadera<br />
reforma político-territorial. Un enfoque territorial no tiene por qué reducirse<br />
a acuerdos de alcance localizado, en una especie de “paz de enclave”; el movimiento<br />
indígena en su momento lo entendió, y planteó que su propuesta de ETI<br />
requería —para vincularse con lo nacional— de un profundo reordenamiento<br />
territorial de todo el país 7 . Poner sobre la mesa de conversaciones el tema del<br />
ordenamiento territorial nacional y regional es perfectamente compatible con la<br />
7 Una agenda que está pendiente casi 25 años después de haberse ordenado; más ahora, con la imposición de la<br />
ley 1454 de 2011.