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Negociación Gobierno-ELN. Y sin embargo, se mueve<br />
Un sujeto político y social que asuma los elementos programáticos de las<br />
insurgencias y la pertinencia de intervenir activamente en el diálogo y negociaciones,<br />
es imprescindible en un proceso efectivo para terminar el conflicto<br />
armado. Esto es así porque, como lo reconocen las propias insurgencias y el<br />
Estado, en las mesas de diálogo gobierno-insurgencias no están representados<br />
todos los actores determinantes del conflicto armado ni todos los temas que<br />
determinan su existencia, pero sí están sentados los protagonistas armados que<br />
tienen la potestad de terminar la confrontación.<br />
La auto-conformación como sujeto político y social que pretende intervenir<br />
directamente para terminar la guerra y pasar a un periodo de transición, implica<br />
reconocerse formalmente como tal. ¿Existen sectores políticos y sociales que<br />
quieran correr el riesgo de defender ese programa? Francisco de Roux en un<br />
comentado artículo publicado en mayo del 2015, sugiere un camino: reconocer<br />
que el programa del ELN es coincidente en muchas partes con el programa<br />
popular. La debilidad de su argumento es que pareciera reducir el cambio de<br />
estrategia -de lo armado a lo civil- sobre todo a la voluntad del ELN, y subvalora<br />
la tragedia de un sistema político que se sustenta en buena medida en los<br />
crímenes de Estado y la represión generalizada de la oposición socio-política.<br />
Los actuales momentos obligan a la audacia de la sociedad popular, y en buena<br />
medida obligan a tener el valor civil de incorporar explícitamente el programa<br />
insurgente en el programa popular para la paz y plantearle al establecimiento<br />
que se está en disposición de una negociación efectiva sobre los elementos<br />
determinantes del conflicto armado. Esta audacia y valor político lo tuvo en su<br />
momento el CRIC y le permitió no solo facilitar la negociación, sino actuar de<br />
forma directa en las negociaciones y en el diseño de la etapa de transición que<br />
produjeron los acuerdos.<br />
El riesgo del señalamiento no es un asunto menor, por supuesto. La participación<br />
de un sujeto social y política para terminar el conflicto demanda un<br />
procedimiento similar al que aconteció con el MAQL: que el gobierno acepte<br />
la configuración pública de ese sujeto político-legal que quiere hacer parte de<br />
la negociación. Esto equivale a otorgar las garantías para la participación, a<br />
no estigmatizar las organizaciones que decidan asumir este papel y a proteger<br />
a sus dirigentes. Lastimosamente el gobierno sigue preso de un paradigma<br />
equivocado: considera que reconocer que el ELN y las FARC expresan por lo<br />
menos parcialmente el programa popular es darle una ventaja política excesiva,<br />
de manera que acuden al señalamiento y persecución, con el argumento<br />
contrario: considerar que determinadas organizaciones populares son meros<br />
instrumentos o fachadas políticas de los grupos insurgentes porque coinciden<br />
programáticamente. Utilizan el código penal para analizar una realidad política.