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Y SIN EMBARGO SE MUEVE

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Dos claves indígenas | 257<br />

Segunda clave: sobre las apuestas territoriales para la transición<br />

El acuerdo del MAQL con el gobierno no incluyó transformaciones sustanciales<br />

al statu quo territorial. Pero el CRIC y la ONIC entendieron que la Asamblea<br />

Constituyente abría la puerta a una transformación en esa materia y desde el<br />

primer momento —cuando elaboraron su proyecto de Constitución Política—<br />

dedicaron buena parte de su capital político y de sus esfuerzos a la construcción<br />

de alianzas, a incorporar en la Carta la figura de las Entidades Territoriales Indígenas,<br />

ETI; ese fue el centro de la acción de los tres constituyentes indígenas,<br />

uno de ellos, delegado del MAQL. Aunque no hubo una negociación directa de<br />

paz por territorio, en eso consistió indirectamente el acuerdo; de hecho, cuando<br />

el liderazgo político indígena de la época balancea el periodo no duda en<br />

señalar que las ETI representan un “pacto de paz” entre los pueblos originarios<br />

y el Estado colombiano.<br />

Obviamente, la experiencia —y conquista— del movimiento indígena en<br />

materia territorial no puede equipararse mecánicamente a la situación del ELN,<br />

que tiene una agenda nacional de transformaciones sociopolíticas como base<br />

para la negociación. No obstante, es viable adoptar un enfoque regional para la<br />

construcción de un acuerdo de alcance nacional, tanto por el Estado, como por<br />

el ELN. Por el Estado, porque es inevitable que las negociaciones con el ELN y<br />

con las FARC sean (o se entiendan como) el reconocimiento o la transferencia<br />

institucional de poder a las comunidades políticas regionales o locales; porque si<br />

el gobierno no reconoce esos poderes comunitarios civiles que se han conformado<br />

en las últimas décadas, las guerrillas u otros actores extrainstitucionales seguirán<br />

siendo los articuladores territoriales. En palabras más simples, el establecimiento<br />

debe elegir entre reconocer el poder territorial a las comunidades en las zonas<br />

en conflicto o permitir que ese poder lo tengan las insurgencias; si su elección es<br />

por la democracia, no debería haber dudas sobre el camino a seguir.<br />

Por su parte, el enfoque de autonomías regionales o territoriales puede<br />

resultar atractivo para ELN por varias razones: la primera, porque estas territorialidades<br />

son una tendencia social, independiente del Estado y de las guerrillas,<br />

y por ende, ya tienen sujetos políticos que las han ido constituyendo;<br />

la segunda razón es que el enfoque aborda —así sea parcialmente— la apuesta<br />

de soberanía, que está en el centro de la disputa; y la tercera, aunque no menos<br />

importante, porque es el abordaje más realista para implementar en la práctica<br />

las opciones de poder popular.<br />

El gobierno ha planteado de manera insistente la idea de una “paz territorial”,<br />

con lo que admite que con los acuerdos firmados en la pasada década del<br />

90 hubo reincorporación para los combatientes, pero no para las comunidades<br />

ni para los territorios; a pesar de la audacia de esta afirmación, es dudoso que

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