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Entre prójimos - Latin American Network Information Center

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140 KIMBERLY THEIDON<br />

nosotras, las warmisapas. Aun si tenemos que hacer sacrificios, siempre estamos<br />

asistiendo en las reuniones, las faenas, y aprendemos lo que los hombres hacen y<br />

tenemos la oportunidad de participar, participar con palabras. Pero las mujeres casadas<br />

siempre están en sus casas o con sus animales. ¡Ah!, cuando vamos a estos talleres, los<br />

hombres dicen que vamos solamente para aprender cómo quejarnos. Dicen: "¡Carajo,<br />

que se vayan y se quejen! A ver qué me pueden hacer". Los hombres hablan, diciendo<br />

que seguro las mujeres están recibiendo consejos sobre sus derechos, ellos no creen en<br />

todo esto. Es porque sería bueno que enseñen a los hombres también, que les enseñen<br />

sobre los derechos de las mujeres para que entiendan. Pero no lo pido, que algunas de<br />

ellas con esposos lo pidan.<br />

Como lo ilustra doña Asunta, las viudas participan en espacios donde las casadas están<br />

ausentes. Escuchan los debates en las asambleas, las formaciones y, a veces, participan<br />

"con palabras". Presencian los debates en carne propia, en vez de recibidos a través de un<br />

varón, y son las jefas del hogar que representan a sus familias en los asuntos de la<br />

comunidad.<br />

Adicionalmente, el tema de los derechos de las mujeres ha llegado recién al campo y,<br />

por supuesto, el discurso sobre los derechos humanos pone en cuestión las relaciones de<br />

poder establecidas. Tal discurso puede ser un recurso a disposición de las "viudas<br />

revoltosas".<br />

Huaychao, notas de campo y entrevistas, .febrero de 2003<br />

Aquella mañana, los rayos del sol caían débilmente sobre Huaychao, a pesar de que ya<br />

eran las 11:00 de la mañana. La sensación de calor era muy reconfortante después de una<br />

noche de intenso frío. Nos recordamos a nosotros mismos la teoría de la adaptabilidad del<br />

ser humano y así logramos sacar nuestros cuerpos de las bolsas de dormir.<br />

Me dirigí a la casa de Reina Cabezas y noté que mi visita coincidía con el humo que<br />

salía del techo de su cocina. Toqué la puerta y ella amablemente la abrió, saludándome de<br />

forma risueña, como es característico en ella. Me tomó de la mano para conducirme<br />

adentro y luego me invitó a sentarme al costado del fogón. Permaneceríamos sentadas allí<br />

por un largo rato mientras cocinábamos.<br />

Reina hablaba y hablaba con gestos y ademanes. Es una viuda joven, con tanta<br />

energía, muy conocida por su ímpetu participativo y por su don de palabra. En otras<br />

ocasiones, me había contado sobre su partici

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