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Entre prójimos - Latin American Network Information Center

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242 KIMBERLY THEIDON<br />

luchar con nosotros, tienes que cuidar la bandera". Izaron la hoz y el martillo en la torre.<br />

"Eso vas a cuidar. Cuidado que toquen. Quien toquen me vas a avisar". Le dije: "Pero no<br />

voy a estar acá, yo me voy a retirar. Todas mis cosas han llevado ustedes. Mis medicinas,<br />

¿cómo vaya rendir cuentas?". Él me dijo: "Dile a tu jefe que han llevado los senderistas y<br />

no pasa nada. Si alguien pitea, me avisas nomás". Quince días de plazo me han dado para<br />

cuidar. Quince días estoy. Llegó mi señora. "Ya, ándate", me dijo. Por eso me vine a<br />

Huancapi. Llegué ya a mi jefe. Todo el personal, el doctor, todo asustado me preguntaron<br />

cómo estaba. Les conté como tal. Entonces esa noche alistaron la ambulancia para que me<br />

traigan a Huamanga, para que tome manifestación en el carro de la institución. Yo no les<br />

dije nada. Si yo les hubiera avisado, hubieran matado a mi señora y mis hijos por<br />

venganza. Todos. Por eso no he avisado. El comandante me decía: "Tú seguramente sabes<br />

de dónde son".<br />

Don Fortunato dejó de hablar. Nuevamente, sus manos empezaron a temblar y volvió<br />

a dirigir la mirada fija hacia ese cuarto oscuro. Su cuerpo temblaba, se mordía los labios<br />

para contener el llanto y repetía muy despacio: "No puedo hablar, no puedo recordar más.<br />

Me he olvidado". Su llanto era fuerte y traté de consolarlo.<br />

Su esposa, la señora Leoncia, escuchó su llanto y salió de la cocina. Nos miró<br />

preocupada y molesta. "¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás llorando?", repetía una y otra vez.<br />

Fue a traerle un vaso con agua. Don Fortunato casi no podía sostener el vaso porque le<br />

temblaban mucho las manos. Trató de tomar un sorbo, que fue a parar más bien a su<br />

camisa, y continuó:<br />

-Así pues. He visto a un señor vestido de negro, no le he visto la cara. De eso no más<br />

se me viene el pensamiento con eso. Me recuerdo de eso y me vienen los pensamientos.<br />

Yo no quería que se sintiera presionado, así que me dirigí a su esposa.<br />

-¿ Usted va a Tiquihua, señora?<br />

-No -contestó un poco enojada.<br />

Seguí conversando del trabajo que hacíamos.<br />

-Nosotros estuvimos cerca de un mes allá.<br />

-¿Le han contado de mí? -ella preguntó.<br />

-No -sacudí la cabeza.<br />

-¿La gente no han dicho que me han hecho daño? ¿Nada, nada?<br />

-Insistía ella.

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