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Entre prójimos - Latin American Network Information Center

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42 KIMBERLY THEIDON<br />

Creemos que el PTSD es una categoría diagnóstica que deja insuficiente espacio para<br />

las diferencias culturales, la producción socio-histórica del malestar y el impacto del<br />

racismo y de la pobreza tanto en la trayectoria de la recuperación posconflicto cuanto en<br />

la vida más amplia. Más que ofrecer una solución universal, el PTSD es parte de una sola<br />

etnopsicología, entre otras; una etnopsicología que se fundó en un paradigma médicopsicológico<br />

norteamericano y que incluye una serie de suposiciones que limitan la<br />

aplicabilidad de la diagnosis en muchas culturas. Vale recordar que las categorías<br />

diagnósticas no son neutrales; estas categorías también tienen criterios normativos,<br />

delimitando cómo uno debe sufrir (Young 1995).<br />

Con el PTSD se da prioridad a lo intrapsíquico sobre el contexto social. El énfasis del<br />

tratamiento está en la esfera intrapsíquica y en el individuo, y este énfasis descuida<br />

sistemáticamente la importancia de los factores contextuales. Borra sistemáticamente la<br />

dimensión sociopolítica y moral del sufrimiento. Oscurece el plano del significado,<br />

llegando a elaborar una lista de síntomas sin tomar en cuenta qué quieren comunicar estos<br />

síntomas.<br />

Además, la separación de lo psicológico de lo somático y de lo cultural es<br />

problemática porque implica que se puede distinguir fácilmente entre estas esferas<br />

(Bracken et al. 1995). Dando forma a esta categoría diagnóstica hay una genealogía<br />

cartesiana que plantea la posibilidad de separar la "psique" y el "soma", o separar cuerpo,<br />

mente y alma como provincias finitas de experiencia y sentido. En muchas culturas, esta<br />

división entre mente, cuerpo y alma está ausente en la concepción de ser humano (Sheper-<br />

Hughes y Lock 1987). Como veremos, uno puede tener "un corazón olvidadizo" (qonqay<br />

sonqo), indicando con esto que el corazón es la sede de los pensamientos pero también de<br />

las emociones y de la memoria.<br />

Adicionalmente, como insiste Jenkins (1991), el trauma conceptualizado dentro de un<br />

esquema de psicopatología individual no puede aplicarse a las consecuencias comunales<br />

del terror y de la angustia. En una sociedad de posguerra, el enfocarse en la psicopatología<br />

individual borra la devastación social producto de la violencia política. No podemos<br />

recuperar individuos sin reparar el entorno social en el cual viven. Si hay una mujer que<br />

sigue viviendo frente a su violador o un padre que ve al asesino de su hijo en la feria cada<br />

semana, ¿dónde ubicamos el "trastor-

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