Entre prójimos - Latin American Network Information Center
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240 KIMBERLY THEIDON<br />
esclarecieron cuando el señor Quispe y su esposa me contaron cómo los años del conflicto<br />
armado interno los habían impactado.<br />
Empecé a preparar los materiales para conversar cuando el señor Quispe pronunció<br />
lentamente las siguientes palabras:<br />
-Señorita, aún no prenda la grabadora. Esperamos unos minutos que me pase. Hace<br />
media hora que tomé mis pastillas; ya me está calmando. Mira, aún mi boca no quiere<br />
responder, mis manos tiemblan, igual mis pies. Pero ya estoy acostumbrado a este mi mal,<br />
dice es "Parkinson" -se cogía las manos y las frotaba para poder controladas-. Cada seis<br />
horas tengo que tomar mis calmantes para no sentirme así.<br />
Don Fortunato, dispuesto a conversar después de unos minutos, cuando se sintiera<br />
mejor, acomodó sus brazos sobre la mesa. Dejaron de temblarle las manos e iniciamos la<br />
conversación.<br />
-¿A partir de cuándo está usted con el mal de Parkinson? –le pregunté.<br />
-El año 82 me hicieron daño los senderistas. El 4 de agosto del año 82, allí estuve.<br />
-¿Cómo fue? ¿Me podría decir don Fortunato?<br />
-Bueno, los senderistas habían entrado un día 4 de agosto a las doce y treinta. Entraron<br />
a mi casa cuatro encapuchados, apuntando con metralleta. Allí tenia un perro, Rintintín.<br />
Él saltó allí mismo. Era un perro fino y casi le mataron. Yo le atajé pensando que eran<br />
gente buena. De su poncho sacó la metralleta y me dice: "Cállate, mierda. Concha tu madre,<br />
carajo". Me mentó a la madre allí mismo. Yo le pregunté: "¿Qué le pasa amigo a<br />
usted? No le ofendo. No le conozco. ¿Por qué menta a mi madre?". "Cállate carajo", me<br />
dice. Me amarran mi mano inmediatamente. De dos patadas me llevan a la puerta de la<br />
iglesia. Mi esposa no estaba allá. Sólo estuve con mis hijitos. Con mis tres hijos. Ellos<br />
lloraban; les pegaron y les metieron en la cocina. Después a mí me tenían desde la una<br />
hasta las seis de la tarde. Desde ese tiempo hasta las seis de la tarde he rezado como<br />
cincuenta padrenuestros. Ya estaba por morir ya. Yo no recordaba que era gente. Nada.<br />
Ya las seis vinieron a hacerme justicia popular. Me preguntaban: "Pues ya amiguito,<br />
cuenta carajo". "Yo, ¿qué cosa voy a contar? Yo no sé nada", le digo. "¿De qué me hacen<br />
estas cosas? Yo no he hecho daño a nadie. Ah, algún enemigo tengo, que me diga en mi<br />
cara. No he robado, no he hecho nada. Más bien yo he dado bien a la comunidad.<br />
Pregúntale al pueblo", dije. La gente pues ya