Entre prójimos - Latin American Network Information Center
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178 KIMBERLY THEIDON<br />
En nuestras entrevistas en las alturas de Huanta, fue también común el término<br />
"tutapuriq" ("los que caminan por la noche''), que surge del miedo de largo plazo a los<br />
condenados (jaljachas), seres que caminan por esta tierra infligiendo su venganza sobre<br />
los vivos. Los jarjachas son humanos que asumen una forma animal como parte de su<br />
castigo divino. Caminan por la puna en busca del individuo desafortunado que se cruzará<br />
en su camino. Los niños y niñas pueden describir con gran detalle los ojos brillantes, los<br />
dientes espantosos y las prácticas sanguinarias de los jarjachas que habitan en el espacio<br />
silvestre de la puna. Preguntamos a los niños y niñas cómo sabían que había jarjachas.<br />
Esta pregunta puso en evidencia que no éramos tremendamente inteligentes: "Sabemos<br />
que están allá porque nos padres nos han contado". Los cuentos que circulan desde hace<br />
mucho tiempo pueden tener una veracidad que la "experiencia personal" no tiene.<br />
Existe la puna, donde viven las cosas no domesticadas. En los estudios clásicos sobre<br />
los Andes peruanos, los científicos sociales han planteado que la puna salvaje se<br />
construye en contraste con el espacio civilizado del pueblo (Isbell 1985 [1978]; Silverblatt<br />
1987). Es el terreno de los jarjachas, además de ser el escenario para los encuentros<br />
sexuales entre los jóvenes que buscan evitar la mirada de los padres. Nos contaron que los<br />
senderistas siempre atacaban desde la puna; llegaban imperceptiblemente con el viento.<br />
Otro término común es ''puriqkuna'', una imagen simbólicamente rica. Los puriqkuna<br />
son gente que camina, que nunca se queda en un solo lugar; gente transgresiva que está<br />
fuera de su lugar, sin pertenecer a ningún sitio. Esto comparte una cierta lógica con la<br />
afirmación de que los senderistas eran piojosos. Además de ilustrar una preocupación por<br />
la pureza categórica (Douglas 1996 [1966]), esta imagen alude a otro elemento.<br />
Recordamos muchas tardes soleadas en los pueblos, cuando las mujeres desenvolvían<br />
y lavaban sus trenzas largas y negras. Los familiares se sentaban en sus pellejos,<br />
sacándose los piojos del cabello entre ellos. Éstos son momentos íntimos: las madres<br />
buscan el cabello de sus esposos e hijos y los niños invitan a sus hermanos menores a<br />
acercarse para despiojarlos, y sus cabellos negros ceden ante los dedos de los mayores. La<br />
idea de que la guerrilla caminaba interminablemente con las cabezas cubiertas de piojos<br />
sugiere algo fundamental con respecto a su carencia de vínculos con un lugar y con otra<br />
gente. Los seres huma